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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

Capítulo VII. Mi vida cambió. Del 10 de Febrero al 17 de Febrero de 2009

Llegamos a Nazareth unos cuantos días después. Estábamos cansados todos. Oímos como siempre, que los soldados romanos habían hecho graves daños en algunas ciudades como Dorsia, Pel-lá, Lida. Bajo el pretexto de cobrar impuestos, saquearon las ciudades, mataron unos cuantos hombres que defendieron el honor de sus mujeres. Muchos en Nazareth clamaban a Abbá por justicia y pedían ya al Mesías. Unos decían que aún no llegaban, otros que sí estaba aquí pero no era el momento. Algo en el corazón me daba vuelta y se conturbaba a pesar de que yo era un pequeño adolescente.
Lo cierto es que poco a poco se fueron callando las cosas exteriores. Parecía sordo y sólo oía una voz en mi interior que pronunciaba mi nombre: ¡Joshua! ¡Hijo! ¡Joshua! algunas veces me repetía si no había heredado eso de mi madre...José se quejaba de que mi madre padecía de mudez y aislamiento. Yo también necesitaba del silencio y quería estar sólo...era un reclamo que salía de aquí dentro de mi pecho...algo lo llenaba...muchas veces era interrumpido por mis amigos que entraban a la casa gritando y haciendo como en un asalto...se metían con mi madre puesto que ella los recibía con amor profundo, luego saltaban hacia el taller de José para enterarse de las cosas bellas que salían de sus manos y por último, me encontraban sólo y entraban en silencio para terminar asustándome con sus gritos. Muchas veces me sacaban a empujones o me alzaban en los brazos y me sacaban de la casa...mi madre gritaba de miedo y siempre me veía en el piso pero ellos nunca me dejaron caer.
!Algo pasaba, de seguro! Algo me pasaba y si te lo digo ahora es porque después de mucho tiempo puedo expresarlo con libertad: el amor de Dios mi Padre, crecía con una raíz interna dentro de mi ser, que cada vez más sentía su fuerza y su ruido. Ya no era solo mi voz sino un deseo irreprimible de aislarme del mundo para encontrarme con él. Cuando presentía que me veían, salía por la puerta trasera de la casa y me iba alejando cada vez más, hacia los olivares que había cerca, otras veces más allá, hacia las cuevas que conocía y que servían para pasar la soledad y el silencio.

Desahogar mi corazón, sentir una alegría tan profunda, saltar en alabanza era para mi algo tan necesario como respirar, alimentarme...mi madre me veía, me espiaba...se alegraba y a la vez se estremecía por todo lo que iba viviendo...ella esperaba una vida normal, muchacho corriendo, buscando parejas, mostrando mi cuerpo y mis cualidades...pero ella ya lo sabía porque conocía mi cuerpo, mis músculos crecer en el taller, mi voz cambiar en fuerte y firme, aunque ella decía que era suave como aquella voz que oyó hace ya catorce años...
Sí, amigo...la voz de mi Padre...también voz firme y dulce...voz que me pedía entregarme a él y servirle...
Quizá esta es la necesidad de cada pueblo, cada persona en este tiempo...pero ya sabes, es necesaria la capacidad para oir, abrir el corazón, estar bierto a esa presencia...no llega en forma de magia...mi Padre está allí donde un ser se abre al infinito...que intenta descubrir su voluntad...

Capítulo VI. Mi "pérdida" en Jerusalén. Del 02 de Febrero al 09. 2009


...Recuerdo que en ese tiempo el grupo de adolescentes, teníamos 13 - 14 años. Unos cuantos nos conocíamos porque veníamos del pueblo de Nazareth, otros venían del norte y del sur de Israel...
Jerusalén, a mi edad, era portentosa...los griegos y romaanos han hecho mella en nuestros templos, palacios y en nuestra gente...sus abusos han sido constantes y efectivos para que muchos se desvíen del amor de mi Padre pero muchos por temor a Dios, se han mantenido firmes en la Fe que recibimos de nuestros padres. Es difícil la vida de entrega y santidad donde se ve la opresión, el abuso, la injusticia, el poder ciego...ellos no tienen la autoridad. Israel cree en esa presencia de mi Padre a pesar de los problemas...
Llegado el día, nuestros padres nos llevaban al templo...éramos más de trescientos por lo que oía de los sacerdotes que nos recibían en la entrada...nos iban discriminando por los maestros rabinos que nos habían adoctrinado...las escuelas que ellos habían creado hacía que la enseñanza en la Torah fuera efectiva.
Entramos a la gran sala de celebración de las fiestas. Allí había otros sacerdotes con otros atuendos...tenían un estricto orden y nosotros en ese momento éramos los protagonistas...buscaron los kippás y talit que nuestras madres habían tejido...aunque ya los había visto antes, ahora los coloridos parecían hermosos por demás...estábamos alusinados porque nos iban a dar esas vestimentas que usaríamos en el culto y además, nos darían responsabilidades...me da risa porque nuestras voces en esa edad estaban cambiando...María, mi madre, se burlaba de vez en cuando por mi voz y aprovechaba la ocasión para besarme con dulzura y decirme: "Dios te bendiga mi hombre"...¡Oh María, la mujer que Dios me dio por madre...! no sólo su figura, sino la dulzura que destilaba de sus manos al acariciarme me daba la seguridad de que Abbá, mi Padre, no se había equivocado al escogerla entre todas las mujeres...

Después de una larga ceremonia en la que mi cuerpo se estremecía con cada oración de salmos, de lecturas, de invocaciones, los rabinos y sacerdotes del templo nos recibieron con gran alegría. Ya éramos "adultos" en la fe. Nos llevaron a otra sala del templo para que las mujeres, nuestras madres, nos pudieran felicitar y nuestros padres, pudieran animarnos. En ese día despediríamos los pocos gestos de amor que nos daban "los varones" de nuestro pueblo. Ya tendríamos, no solo capacidad para ser protagonistas de las ceremonias, sino también para sumir los compromisos con las mujeres israelitas...ellas serían las futuras parejas de los matrimonios...
Yo recuerdo que en aquella ocasión me alejé hacia el santuario. Allí estaban varios maestros de la ley. Conversaban de los mismos temas que preocupaban al pueblo de Israel: el imperio romano que se extendía por nuestra tierra y la llegada del Mesías para la liberación defifnitiva. Herodes era fuertemente criticado por alinearse de parte del imperio para recibir los beneficios de la alianza. Se alargó la conversación y yo, aprovechando el hecho de ser adulto, comencé a conversar con ellos acerca de las cosas de mi Padre. Recuerdo que se sentía un gran silencio sin contar nuestras voces.
Perdiendo la noción del tiempo, mis padres se acercaron. Estaban muy preocupados. Caí en la cuenta de que los tenía angustiados por mi ausencia...José invitó a mi madre a hablar conmigo...él se veía muy molesto; quizá por eso no intervino. Me preguntó: "Hijo, ¿por qué nos haces ésto?" "¿Qué madre" le pregunté...ella me respondió un poco molesta..."Te hemos estado buscando todo este tiempo. José y otros cuantos más hemos preguntado por todos lados." La miré con cariño y le dije: "Madre, no sabías que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre"...
ví cómo José bajaba la cabeza comprendiendo que desde ese momento mi relación con él, sin perder el respeto, se iría enfriando un poco más...él comprendió su trabajo conmigo como terminado, pero siguió siendo fiel, entregado, callado y piadoso. María, mi madre, por su parte, hizo silencio, bajó la cabeza, se le salieron unas cuantas lágrimas y me pasó su mano izquierda por mis hombros para animarme a seguirla...me voltee hacia los rabinos y con la mirada, les dije adiós y agradeciendo por compartir aquellas enseñanzas de las cuales yo era el primer interesado porque me acercaba a Dios mi Padre.
Al salir de la ciudad, estaban las bestias esperándonos con los guías y mis otros familiares que también se retrasaron...

Capítulo V. Más recuerdos de la Infancia. Del 26 de Enero al 01 de Febrero de 2009


...Pues como te iba diciendo, esos recuerdos de la infancia llenaban mucho...
Conforme fueron pasando los años en los que ya casi era un "chico formal", fue aumentando mi "experiencia de Dios". Me dirás que no es posible tener una experiendia de Dios a temprana edad, pero recuerda que soy judío; nos iban metiendo poco a poco al misterio de Dios, mi Padre. Ahí sí que no me daba oportunidad de pensar en juegos pues las cosas que nos enseñaban los maestros de la ley eran tan interesante para mi que poco a poco me "robaban" mi infancia.
Entre otros maestros estaban Zaquías y Leví. Aunque yo tenía buena estatura para mi edad, tenía que verlos hacia arriba y sólo me "igualaba" a ellos cuando nos sentábamos en esos sillones y mesones que por cierto, algunos fueron hechos por mi padre José. Al pricipio, cuando entré, se sentía un silencio sepulcral. Hasta los bibliotecarios se dirigían a los maestros en voz baja, cuando manipulaban los textos que, eran rollos que deambulaban de aquí para allá.
Era un salón adosado a la sinagoga, con cúpula alta y filigranas a una altura de más o menos dos metros. Sus paredes estaban hermosamente pintadas de un verde que se había obtenido de un tipo de plantas de por estos lados. Los dinteles y las jambas de las puertas, así como las mismas puertas, estaban hechas de cedro y adornadas con incrustaciones de marfil. Las mesas de estudio - que anteriormente dije, las trabajó mi padre Jose - eran hermosamente cuidadas, al igual quelas sillas. en el suelo, habían unas grandes alfombras hermosas, en tono de un rojo teja, que hacían disminuir el ruido de la sala que, no era mucho.
Allí nos enseñaban desde el origen del mundo. Los rabinos se empeñaban, a pesar de su edad, de hacernos entender la creación de las cosas en medio de juegos o de grandes gestos que nos emocionaban y nos hacían ver cuán grande era Yahvé. Otro de los temas era la figura de nuestros antepasados Abraham, sus hijos, y la historia de nuestro pueblo...pero, todos estos temas tomaban días y la forma de "evaluarnos" no solo era ver nuestras caras emocionadas, sino prácticas teatrales que demostraban que por lo menos remedábamos a los rabinos en sus gestos.
Pero, algo pasaba en mi interior, como si me elevara...me decía dentro de mi: ¡Ya lo conozco!...¡Conozco todo eso!...no se agitaba nada en mi como si no lo supiera explicar...¡sí lo sabía! ¡lo había vivido!...y a la vez, se producía una alegría en mi...oía mi nombre en silencio "Yeshua"...la voz de mi Padre...no alucinaba...no estaba loco ¿tan pequeño? ¡No! era la voz de mi Padre ¡Abbá! llamándome, procurando tantos vivos recuerdos con él...
Estos rabinos fueron haciendo que yo dejara de jugar con mis compañeros porque mientras los primeros meses de clases jugábamos hasta el cansancio, luego me preguntaban si estaba enfermo o me pasaba algo...les contestaba que no pero me sucedía lo mismo que cuando era niño...me aislaba para disfrutar escenas que se venía a mi mente una y otra vez...el corazón me repetía que las había vivido y de repente - muchas veces - entraba en silencio, en contacto con mi Padre...con él estaba, me sentía muy, muy a gusto...eso me recuerda uno de tantos episodios en mi vida...sin querer, cruzaba los brazos sintiendo su abrazo paternal. era tan cálido todo, que el gusto por quedarme así, duraba mucho tiempo. Los rabinos estaban preocupados.
Más o menos a los trece años, fuimos por el mes de Abril a la capital del reino: Jerusalén. Mi padre José, anciano, me había dicho que ya estaba preparado para iniciarme como "adulto" en la fe...recuerdo además que los rabinos me habían estado preparando en el manejo de los rollos de la Torah y los profetas...
Estando en el gran salón, apartaron a los niños de 12 años para abajo y se los llevaron. Nos dejaron a los que teníamos trece. Después de un rato de silencio, nos explicaron que haríamos una serie de ejercicios rituales, donde nosotros debíamos participar. el rabí Leví nos dijo: "Ustedes serán unos pequeños rabinos en este momento". Yo miré a mis compañeros que como yo, no entendían nada de lo que sucedía. Nos llevaron del salón a la sinagoga. Nos fijamos que estaba cerrada y eso que era temprano.
Nos colocaron en semicírculo, en torno a la mesa donde reposaban los rollos. Los habían sacado. Nos explicaron muy bien lo que debíamos hacer en el rito y cómo leer la Torah. Insistencia en no tocarla, puesto que habría un rabino encargado de desplegar ante nuestra vista el pasaje. el ensayo entonces se enfocó en la lectura de la Torah. Creo que fue un día fructífero.
Volviendo a la realidad de Jerusalén, José me contó que en este tiempo, muchos adolescentes de nuestro pueblo y de otros pueblos irían al templo. Allí, nos acogerían en una de las salas e iniciarían con nosotros el "camino de la adultez" para que podamos estar al servicio de la Torah y de "Yahvé vivo"...José me dijo: "Es un acto hermoso; mira, aquí llevo una carta de los rabinos de Nazareth. No lo vas a olvidar Joshua, no lo olvidarás"...al pronunciar mi nombre, José me volvió a hacer sentir esos recuerdos vivos con Dios, mi Padre.
Llegados a Jerusalen y después de haber descansado, entre tantas, muchas personas, nos fuimos introduciendo en ese gran edificio construido por Salomón...
¡Uf! ¡Tantas historias tiene mi pueblo!