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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XXXV. MIS TENTACIONES EN EL DESIERTO. Del 11 de septiembre al 18 de Septiembre de 2009

He decidido como Juan, irme al desierto. Creo que a esta edad de 30 años, me siento lleno del Espíritu Santo. Él me conduce en este desierto inclemente, seco, sin vida que ha ido robando espacio a la vegetación, a los animales y al mismo hombre. Como en anteriores oportunidades la decisión es inminente. Me propongo estar durante cuarenta días. ¡Es más!, aunque no soy perseguido como profeta, intento hacer la experiencia de Elías; no he traído nada para comer. Creo que es dura la vida en el desierto y ¡lo se! pero el hambre y la sed me harán sentir en sintonía con Dios, mi Padre. ¿Por qué hago eso me preguntarás? El desierto es lugar privilegiado de encuentro conmigo mismo y con aquél a quien quiero entregar mi vida. Basta de palabras. Hallar la respuesta precisa dentro de mi es la urgencia.
Hay una zona muy baja, calurosa, perteneciente a Galilea pero que se encuentra entre ésta y Samaria. Es una zona desértica buscada por muchos para refugiarse en pequeñas chozas y aislarse del mundo. Desde antiguo, otros han estado haciendo este “retiro” del mundo para encontrar la voluntad de Dios. Muchos otros creyeron obedecer a Dios y encontraron la locura en la soledad; otros tantos sencillamente, no queriendo vivir en el mundo se desencajaron de él y se volvieron asociales, renegando de la condición propia de fraternidad, tal cual como Yahvé hizo al hombre. Allí, en el desierto, confrontar la propia realidad exige un grado de verdad para soportar nuestro yo y dialogar con él hasta purificarlo y concentrar en él, cualidades y defectos y en una síntesis, tener conciencia clara del proyecto que Dios quiere de nosotros. Y es que el desierto no es para quedarse en él; se trata de aprovechar la soledad y los impedimentos de comodidad para apreciar lo mejor de nosotros.
Esta zona es muy calurosa además. El viento lejano del mar contrasta a veces, con la brisa fresca que viene del río Jordán. Es una mezcla rara de calor y humedad, de salitre y arena. Saltamontes, algunas cigarras marrones; lagartijas de diversos tamaños, especialmente las de colores marrones que se mezclan entre la arena o el marrón más intenso de algunos troncos ya muertos e igualmente marrones; escarabajos y hormigas pululan por los alrededores como casi las únicas especies. De vez en cuando aparecen unos zorros a lo lejos, vigilando los pasos de los humanos y si miro al cielo, buitres haciendo círculos en sus vuelos, procurando alguna presa en su radio de acción. Apreciar todo esto me encanta. A pesar de todo, hay vida en medio de la soledad y el desierto. Así que llevo varios días ya experimentando cada movimiento, la temperatura, el clima, etc. Mi piel y mis órganos van registrando cada acontecimiento que le afecta mientras mi conciencia procura estar con Yahvé, mi Padre. Parece como esquizofrenia, pero es un todo acelerado a experimentar cosas: todo esto es provechoso para dar gracias a él y su encuentro conmigo.
Durante estos diez días que aquí llevo, experimento una fuerza distinta de mi. Muchos la radican en un mal distinto de nosotros. Siento que Yahvé mi Padre es el único Señor y sobre él, ni debajo de él, hay otro poder ni otro dios que pueda mover nuestras vidas. Pero esa fuerza está allí.
Es de noche. Las primeras horas del día hacen ver con claridad las estrellas en el cielo. Muchos dicen la media noche, pero en realidad es la noche total. Toda la bóveda está encapotada, estrellada. Recojo mis piernas hacia mi pecho para mantener el calor, puesto que la temperatura del ambiente ha bajado. Desde aquí domino toda la extensión del lugar donde me encuentro. Hasta el momento no he encendido ninguna fogata porque la luz de la luna me acompaña: tenue, tierna, clara. Una reflexión se me atraviesa en el corazón y la mente. Oigo una voz ruda que se dirige a mi; es Satanás que me enfrenta y me interpela: “¡Ey, tú, Jesús! ¿Qué buscas en el desierto cuando todas las cosas se te han dado fáciles?” Me sonrío porque desde siempre, Satán ha acosado a mi Padre y no ha dejado de ser instigador de los hombres ante su trono. Todo lo quiere al revés. El caos para él es la normalidad mientras que mi Padre ha hecho más sencillas las cosas.
Su voz resuena a mi alrededor, amenazante, desafiante: “Si eres el hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan”. Me quedo pensativo ante esas palabras. Ha adivinado mi necesidad primaria de alimentarme. Hago consciente que durante estos días he estado sin comer ni beber nada. Los sonidos de mi estómago se hacen solidarios con esta advertencia. Es una necesidad urgente alimentarme pero doblego esta necesidad y aíslo la sensación. Pienso.
La necesidad de satisfacer, de llenar, de placer. Se me vienen a la mente las cosas que dicen de los romanos en sus grandes banquetes y de cómo los cortesanos de Herodes con él mismo, - emulando esta ´gran hazaña ´ -, vomitan después de comer para volver a saciarse en un deseo de placer sin fin. Las copas de vino sirven para atenuar las arcadas provocadas y para evitar el desagradable sabor de comidas devueltas. ¡Qué necesidad de alimentos Padre! El mundo necesita de pan. Saciarse es la necesidad de muchos, solo así el mundo está en paz. Es una verdad justa desde dos ópticas: la primera, desde la estabilidad emocional al conseguir el pan de cada día pero la segunda, la necesidad de pan para todos, como propio de la justa distribución de bienes que tú, Padre, has dado al hombre. La causa de esta necesidad radica en la apropiación de tierras, de ganados en manos de pocos mientras muchos miran sólo el plato vacío del amo. ¡Esto es una verdad! Encauzarla a la realidad debe ser mi tarea.
Después de esta larga reflexión, hago movimientos de voltearme para encarar a Satán. Siento como si se estuviera moviendo constantemente a mi alrededor, evadiendo enfrentarse a mi cara a cara.
Mi sentencia para ti, Satán, es ésta: "Está escrito; no solo de pan vive el hombre". Pero ante las escrituras, muchos pueblos claman por pan y gritan de hambre. Muchos quisieran rasgar el cielo y encontrar a mi Padre para exigir una igualdad prometida y soñada, pero la tristeza es que todo se lo achacan a Yahvé creador cuando todas las cosas fueron puestas a favor del hombre, tierras y ganados, solo que el egoísmo ha hecho del propio hombre un depredador del hermano. Es necesario algo más que pan, porque después del pan ¡qué? Teniendo el estómago lleno ¿qué? Es necesario que ese pan sea esfuerzo realizado y trabajo compartido. Solo así alcanzará a todos. Todo lo que es dado gratis no se aprecia y todo lo que se recibe sin haber hecho esfuerzo, a la larga se convierte en una necesidad, pero la necesidad mayor es la voluntad de Yahvé, mi Padre. ¡Ese es el pan verdadero! Buscar su Reino y su justicia; lo demás será dado en añadidura. Hacia las cuatro de la mañana, el sueño me vence y me siento arrullado por los brazos de Dios en la arena suave que hace de lugar de descanso.
Van veinticinco días de desierto. En estos días he tenido oportunidad de observar el comportamiento de los animales, en especial el de los zorros. He recorrido una buena extensión del desierto en el que me encuentro y he descubierto madrigueras. En plena tarde he presenciado cómo los machos llevan algunos conejos y otros animales, como grandes lagartijas, para alimentar a sus críos. No me han tenido miedo y me han dejado acercar. La supervivencia es tan necesaria y la ley de la vida no solo en la alimentación sino en el cuidado y la preservación de la especie que forma parte de lo admirable de esta creación en la que todos jugamos una cadena de armonía animal y humana. Cada vez más alabo a mi Padre Yahvé por todo lo que ha dispuesto para el hombre.
Son las siete y media de la tarde. Aún el sol muestra su mejor rostro y aunque es caluroso el desierto, la brisa sopla, aliviando el ardor de la temperatura. Experimento de nuevo la presencia de Satanás. Es persistente e insistente en la forma cómo quiere alejarme de mi Padre. Ataca sin piedad mi humanidad. Experimenta gozo cuando estoy en dificultades de hambre, de sed pero aunque sepa de debilidades, tiene que esperar a su próxima estocada.
Otra vez la sensación de voces por todos lados a mi alrededor. Me siento participando de una especie de visión: siento que estoy junto a él, en una altura, como por encima de todo el orbe de la tierra. Me muestra en un instante todos los reinos de la tierra. Es una sensación de inestabilidad. Estoy entre el todo y la nada. Se divisa ciertamente todos los reinos y en especial parece que sintiera claramente las debilidades y ambiciones de los hombres: deseo de dominio, invasión, lujuria, placer, guerras, pobreza, lujo, divisiones, murallas, etc. Deprimente visión que enferma más allá de lo que la palabra reino significa.
Satán me dice: “te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mi me ha sido entregada y se la doy a quien quiero. Si me adoras y te postras ante mi, toda esta gloria y poder será tuya.”. Inmediatamente me doy cuenta de sus intenciones. "Realmente Satán, eres astuto y seductor del hombre. No te entretienes solo con querer ganar su alma sino que la pierdes en lo que le es más apetitoso a sus deseos".
Me doy cuenta de dos cosas inmediatamente: que Satanás es el señor de la mentira, opuesta a la verdad de Dios. ¿Quién te ha dado el poder y la gloria? ¿Qué gloria y qué poder que no provenga de Yahvé es útil y lleve al bienestar? Eres el dueño de la mentira cuando te apoderas de los reinos y sobre todo cuando infundes en el hombre las ansias de poder y de dominio sobre los demás. Solo reinas en las bajas pasiones de los hombres que niegan la hermandad y sostienen estructuras sociales que oprimen al propio hombre. No te basta con tentarme días atrás con el hambre. También con eso, sujetas al hombre y haces que venda su dignidad por el pan de cada día. ¿De qué te vale reinar sobre la manipulación, la división, el poder y la gloria mal vividas y ejercidas? El hombre mismo se da cuenta que la injusticia que ejerce contra otros, se vuelve contra él y sobe todo, ningún reino se mantiene en pie si no es auxiliado por la sabiduría de Yahvé.
Escucha Satanás porque está escrito: “adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto”. ¿Qué buscas de mi si sabes que todo lo que tengo me lo ha dado el Padre? ¿Qué hay aquí abajo en la tierra y arriba en el cielo de lo cual él no tenga dominio? Su gloria eclipsa el cielo y el universo está lleno de ella. Nada se resiste a su voz. Su voz resuena en todos los rincones de la tierra y tú sabes bien que tiemblas cuando Yahvé mi Padre reclama cada elemento por él creado.
Sentí que Satanás se había retirado. El deseo del placer y de poder y gloria han sido dos armas astutas. De nada valen, pero se muy bien dónde golpea Satán. Mi fuerza y mi poder es mi Padre pero mi triunfo y victoria debe ser la del hombre. Aunque sean “valores” de ambición, hay más valores divinos de los cuales el hombre se debe llenar.
Treinta y cinco días. El calor, la sed y el hambre me vencen sobremanera. De noche, las escarchas del frío han hecho una pequeña cantidad de agua cada día en las hojas de palmas que cubren la choza. Aún así, la deshidratación es fuerte y la noto. El diálogo con mi Padre ha sido intenso. Sus hilos de amor me han atraído y clama por mi voz, mis fuerzas y mi vida toda para ser su siervo. Sobre mi está su sabiduría.
Estos días me han hecho ver lo importante que es cumplir la voluntad de Yahvé. Me he convencido de lo que él quiere para mi y de mi. En diálogo, he comprendido la urgencia de su actuar en medio del hombre. Éste ha perdido su rumbo y Yahvé necesita recuperarlo. Es inmensa su necesidad por mostrar al hombre constantemente su amor.
El sopor del calor me envuelve. Una vez más, Satán se hace presente en mi vida. Parece empeñado en estar presente en el desierto junto conmigo. Se ha interpuesto constantemente entre mi Padre y mi yo. Golpea mi conciencia y mi voluntad para no ver con claridad mi vocación. Es el empeño de querer hacerme desentender del mundo. En un intento más por tentarme, me lleva a Jerusalén. Es una visión como la anterior: fugaz, rápida. Golpea de nuevo.
Me pone junto a él sobre el alero del templo, y me dice: “si eres hijo de Yahvé, tírate de aquí a abajo, porque está escrito: a sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y en sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.” Una vez más intento descubrir las intenciones implícitas en estas palabras. ¿Ser hijo de mi Padre? ¡Lo sabes bien! No necesitas decírmelo porque de seguro, no te hubieras acercado a mi. Se que ciertamente no tienes duda de eso y crear esa duda en mi es inútil. Desde hace unos cuantos años mi conciencia ha estado aclarándose. No soy salido de sus manos porque desde siempre he estado junto a él. Soy su Hijo por propio deseo, por su amor en mi, porque es gratuidad. ¡No Satanás! Quien no sabe de paternidad ni filialidad eres tú. Por eso es que infundes en el hombre la capacidad de que se vuelva contra su creador. Y si tan solo el hombre supiera que caminar en la voluntad de Yahvé, ¡cuántas cosas estuvieran funcionando bien!
Aquí, junto a las otras tentaciones, encuentro la clave del desorden humano; aquí, en el orgullo de tentar a mi Padre encuentro el origen del pecado estructural en todos los sentidos. La tentación a ser igual a Dios; ponerse a su nivel, desafiarlo, queriendo teniendo el poder y dominio, hace que más bien viva en la miseria y las bajas pasiones de odio, división, pobreza. ¡Allí! ¡Precisamente allí! Mi Padre urge con su Palabra un cambio.
Por eso te respondo Satanás: "Está dicho: no tentarás al Señor tu Dios". Acabada esta tentación, Satanás se aleja de mi, esperando que esté consciente de su derrota.

CAPÍTULO XXXIV. MI PADRE YAHVÉ Y SU PALABRA. Del 03 de septiembre al 10 de Septiembre de 2009

Hoy me he sentido impulsado, sin que haya celebración, a la sinagoga del pueblo. Me he dirigido al recinto sagrado y he pedido al rabino consultar los textos sagrados. Necesito profundizar en la Palabra de Yahvé, mi Padre. Su Palabra no es sólo dulce para mi, sino que retumba en mi interior, mi corazón.
Años atrás, cuando éramos adolescentes, me atraían pasajes que quiero compartir contigo. Son palabras de reclamo pero muestran esa dulzura de la cual le hablo. Son palabras con una fuerza poética y una visión tan humana, que las plumas de los profetas hacen descubrir a un “Dios humano”, con pasiones y afectos como cualquier mortal pero en el fondo, esas palabras, fuertes, bellas, profundas, dan a entender la fuerza del amor y su profundidad para con el hombre y su pueblo. Es inevitable escapar de lo mistérico de su amor, de su elección. Yahvé ama con amor eterno y no duda en mostrar ese amor y predilección.
Abro el segundo rollo que compone ese escrito. Se trata del profeta Oseas. Ya hacia finales del libro, me consigo lo siguiente:
“Cuando Israel era niño, yo lo amé y de Egipto llamé a mi Hijo.
Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mi;
a los baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso.
Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos,
pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos.
Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor y era para ellos
como los que alzan a un niño contra su mejilla,
me inclinaba hacia él y le daba de comer…”

Lo leo tres veces. Saboreo cada palabra que compone estos versos. Tomo conciencia de cada una de ellas. Inmediatamente he tomado la actitud que hace ya más de trece años atrás tenía, cuando los rabinos me pusieron a leer textos al azar para ver nuestras formas de leer. Una vez más me quedé impresionado, como si una sorpresa muy fuerte me hubiera parado en el tiempo y en el espacio, para luego, como si hubiera algo que me absorbiera, quedé anclado en el mismo espacio, como si hubiera participado de ese momento.
Me encanta la fuerza de las palabras de mi Padre. Sus propias entrañas reclaman la paternidad de su pueblo Israel. Desde siempre ha estado presente en la vida de un pueblo que año tras año, siglos enteros, se ha ido formando, partiendo de una semilla frágil, lejana, radicada a kilómetros de distancia, en los pantanos de Ur de Caldea, al nor este de estas tierras.
¿Has sentido la fuerza de la paternidad desde el hecho de ser Padre? ¿Has sentido la paternidad desde el hecho de ser hijo? Ambas experiencias son no solo hermosas sino con una fuerza devastadora porque lo único que se puede apreciar es la capacidad de cualquiera por salir de ser para donarse. ¡Así lo ha hecho mi Padre! Y más aún cuando pienso que lo ha hecho sin que el hombre fuera de su propia naturaleza sino hechura de sus manos. Cada vez que pienso en esto, la fuerza de su amor en dar vida al hombre; de considerarlo hijo, hijos… me demuestra ese inmenso amor que brota constantemente y que se dona sin pedir nada a cambio.
¿Has visto cómo se queja mi Padre ante un amor no correspondido? Parece egoísta pero no lo es… ¡Calla! Intenta reconocer, intento reconocer más allá de un supuesto egoísmo, un amor que abarca, que inunda, que abrasa. Es un amor que pretende que en su hijo sólo haya el reconocimiento de ese amor donado previamente y gratuito. Es un amor palpable en cada acontecimiento de la historia pero quizá negado por la ceguera del tiempo. Por eso la queja de que el pueblo desconoció que él cuidaba de ellos. ¡qué imagen más bella nos regala Oseas! Un Dios enseñando a caminar, tomándolo de los brazos. ¡Qué bello es sentir cómo podemos agarrar las manos, los dedos de Dios y sentir no sólo su fuerza sino su seguridad! Cada paso, cada traspiés, cada avance es logrado sostenidos por la ayuda y la seguridad de quien dirige y guía. ¡ese es mi Padre! ¡Ese es la presencia firme de un Dios que verdaderamente ama y protege! Quien no ama, quien no demuestra su amor, no es capaz de poner en riesgo su propia vida antes de que le pase algo a su hijo, a sus hijos. Yahvé mi Padre es así.
Si luego lees a continuación, también saborearás cada palabra que redacta el profeta Oseas."Cuerdas humanas"; "lazos de amor"; "estrechar contra las mejillas"… ¡Qué derroche de imágenes paternas! ¡Humanas por demás pero que remiten a la paternidad de Yahvé!.
Leyendo una y otra vez ¿te has preguntado alguna vez por qué todo lo ha hecho Dios? Quiero decir, las razones más internas de mi Padre para hacer todas estas cosas? No creo que haya palabras para expresar sus razones más íntimas. ¡Es más! Creo que es inútil preguntarse por esas razones porque yo creo – y estoy muy convencido – de que lo más importante para el hombre es vivir con intensidad ese amor, esa presencia, ese acompañamiento. Mientras más se viva el amor, menos racionalista se hará; mientras más se experimente, más llenará nuestro corazón y dará plenitud a la inmadurez humana que aún tiene que caminar en la entrega, en la donación.
Después de un largo rato en oración, en la que solo el silencio daba explicación de cada pensamiento mío al Padre, la figura del hijo del rabino me hizo volver en mi. Traía dos lámparas de aceite para las mesas. Aún no era tarde pero se olía ciertamente a tierra húmeda, es decir, que empezaba a lloviznar y el cielo había perdido su brillo y claridad. De igual forma procedió a encender las lámparas de las paredes. Eran hermosas; de bronce, pulidas con cuidado y labradas para darle un toque de belleza a la sala. Volvía la luz; artificial pero suficiente para seguir leyendo.
Cerré con cuidado el rollo que había estado sostenido por pesos de metal. Lo metí en el saco de lino que pertenecía a dicho rollo. Lo dejé al lado derecho. No tardó mucho el encargado en llevárselo a su estante respectivo. Así pues que tomé el que estaba en el lado izquierdo. Mucho más voluminoso. El envoltorio de tela está impecablemente cuidado. Sus cuerdas eran tejidas en oro y tenía adornos de filigranas. Era bello. Las bases de los rollos era de madera y en los extremos, adornos igualmente bañados en oro. Lo saqué con sumo cuidado pero en un pequeño descuido, se deslizó en mi brazo izquierdo y se extendió cerca de un metro a lo largo de la mesa. Al enrollarlo con la mano derecha, quedó abierto en un pasaje largo en el que Ezequiel habla de la historia simbólica de Jerusalén. Decía lo siguiente:
Ezequiel “…Cuando naciste, el día en que viniste al mundo,
no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte,
no se te frotó con sal, ni se te envolvió en pañales.
Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de estos menesteres,
por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo,
porque dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo.
Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre.
Y te dije, cuando estabas en tu sangre:
"VIVA", y te hice crecer como la hierba de los campos.
Tú creciste, te desarrollaste y llegaste a la edad nubil.
Se formaron tus senos, tu cabellera creció;
pero estabas completamente desnuda.
Entonces pasé yo junto a ti y te vi.
Era tu tiempo, el tiempo de los amores.
Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez;
me comprometí con juramento, hice alianza contigo y tú fuiste mía.
Te bañe con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo.
Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino,
una banda de lino fino y manto de seda.
Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas
y un collar en tu cuello.
Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas
y una espléndida diadema en tu cabeza.
Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y recamados.
Flor de harina, miel y aceite era tu alimento.
Te hiciste cada día más hermosa y llegaste al esplendor de una reina.
Tu nombre se difundió entre las naciones,
debido a tu belleza, que era perfecta,
gracias al esplendor de que yo te había revestido.”
Otra vez más lo volví a leer. Me sonreía porque todo lo que te he estado contando en los capítulos anteriores acerca de mi vida, queda reflejado aquí. Este pasaje de Ezequiel es la muestra más palpable del cuidado y elección de Yahvé para con su pueblo.
Es cierto que Oseas lo muestra como un padre bueno y amoroso en extremo. Ezequiel, de acuerdo a su experiencia y para ahondar en la presencia de Dios, lo muestra como el “novio siempre eterno” que ha elegido la mejor parte. ¡Qué hondura! ¡Qué memoria entrañable de Yahvé, mi Padre, al recordar la elección del pueblo de Israel! No creo que hagan falta más palabras y no creo que haya muchas imágenes, que al hablar de Dios, muestren tantas actitudes de piedad, bondad, misericordia, elección hacia “alguien” que no es merecedor de dicha elección.
La belleza de la elección reflejada por Ezequiel no puede ser superada. Sólo quien está enamorado no repara en el pequeño detalle del tiempo que parece ser obviado. Un novio no podría esperar a que creciera tan rápidamente su futura esposa; sin embargo, en el tiempo de Yahvé, todo es perfección, por tanto, él mismo se encarga de escoger a aquella en la cual nadie se fijó. Fue traída a su mano; curada; aseada. Dios la vio crecer y a sus ojos fue bella. Dios se fue enamorando de esa doncella que ante sus ojos, se iba desarrollando y adquiriendo belleza suma. Al llegar el momento, mi Padre habla con las palabras más humanas con su fuerza expresiva al máximo: “Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento, hice alianza contigo y tú fuiste mía.” ¡Qué expresión más bella! Lo sublime del amor. La ciudad de Jerusalén, el pueblo de Israel, doncella para Dios, es tomada en brazos; alianza y juramento fueron testigos de la entrega y del abandono en sus brazos. ¡Mi padre la hizo suya! Mezcla de erotismo e intimidad.
¿Es una aberración estas expresiones? ¡No creo! En conceptos humanos, el amor rebasa la capacidad del escándalo y el placer. Mi Padre no se anda con chiquitas ni buscando pasiones desenfrenadas y ocasionales. ¡Lo ha dicho claro!: él se ha comprometido en juramento y ha hecho alianza. Estas palabras no son bromas o simples promesas. Es la señal más palpable de que la vida se va en esta entrega y de que la entrega y la intimidad son sellos indelebles de que no hay falsedad. El pueblo de Israel podrá y será infiel toda la vida, pero mi Padre ha sido fiel y su fidelidad es grande; su fidelidad es incomparable. Nadie como él, Dios y Señor ha mostrado fidelidad por los siglos. ¡Esto me apasiona!
Respiro profundo; hondo. ¡Padre! ¡Abbá! ¡Te amo! En este mismo instante mi corazón se identifica contigo. Mi corazón descubre tu amor profundo y la magnitud de tu compromiso. ¡Padre! Mírame aquí. Aquí estoy para hacer tu voluntad. Tú sólo eres la fuente en donde bebo y me embriago de las repetidas muestras de lo que quisiste, quieres y querrás de nosotros. No hay nada que pueda objetar de tu actuar y todo cuanto devoro de ti, de tu Palabra, de tu presencia en mi, me da la seguridad de que nada es en vano y que cada vez me estás lanzando a dar todo por ti. ¡Envíame Señor! ¡Heme aquí sin reserva! No quieres de mi ofrenda de otro tipo, así que tómame, envíame. Ayudado por ti, la aventura del amor será dulce en medio de tempestades y contrapesos. Lanzado estoy Padre, en tus manos. No he de temer.

CAPÍTULO XXXIII. LA REALIDAD ME INTERPELA. Del 27 de Agosto al 02 de Septiembre de 2009

Ya, en capítulos anteriores te he hablado de los sinsabores de mi pueblo ante las injusticias de los imperios que han pisoteado esta tierra elegida por Yahvé. Ahora es necesario ahondar más en lo que te quiero decir en el título de este capítulo: la realidad me interpela y fuertemente. No es algo querido por mi Padre. Las estructuras de pecado están enmarañadas en todos los estratos y nos están ahogando cada vez más. Necesito desahogarme pero a la vez, situar todas las piezas que molestan el actuar divino en el plan que él ha querido para salvar y recuperar al hombre. Si prestas atención, te hablaré de todo lo que logro apreciar de lo que es mi pueblo, la tierra prometida pero todo lo que la conforma.
Palestina es una sociedad fuertemente polarizada en ricos y pobres. Esto saltará a tu vista porque encontrarás libros que hablan de ello. Las clases más elevadas son minoritarias, mientras que las clases pobres y miserables son legión y están por todos lados; dentro de esta minoría pudiente y rica están los dirigentes religiosos: clero, nobleza laica, escribas y saduceos; detentan además gran parte de las tierras, el tesoro del Templo y el comercio de la ciudad. Hay una aristocracia terrateniente, propietarios de latifundios, no vinculados al Templo, que poseen y controlan el comercio con otras regiones cercanas. También hay grupos desahogados económicamente entre los artesanos medios de Jerusalén, entre los que encontramos a un clero bajo, simples sacerdotes...
Si seguimos bajando la escala social nos topamos con una clase media formada por: artesanos, familias con un negocio y pequeños propietarios que viven de su trabajo. También están en estas clases medias, los funcionarios de la administración Romana y Herodiana, los soldados y los colonos. Entre estos grupos sociales medios hay también bastantes fariseos, con gran influencia religiosa, aunque menos adinerados que los saduceos. También puedes ver grupos sociales como clases medias a los trabajadores colonos, asalariados, que pagan una renta por la explotación de pequeños terrenos, ganan lo suficiente para poder vivir sin mendigar. Estos grupos de clase media tampoco son numerosos. Si yo me tengo que clasificar entre estos grupos, pertenecería a este grupo social, es decir, trabajador independiente, un carpintero artesano al estilo de mi padre José y con mucho orgullo puesto que fue un carpintero con una reputación artesanal reconocida en Nazaret, Egipto y dondequiera que íbamos.
La mayoría de la población es trabajadora y pobre. Los asalariados son muy numerosos, viven de su trabajo diario. Fácilmente se encuentran en paro debido a la falta de labor en el campo, o bien por las pocas cosechas, o bien porque no son contratados ante el exceso de oferta de mano de obra, por enfermedad o por vejez. En estas circunstancias se refugian en la mendicidad. Parte de ellos también son los esclavos. Es cierto que la Ley de Moisés no lo permite, sin embargo, abundan, sobre todo cerca de las clases altas. Ellos no tienen ningún derecho y se consideran una propiedad más de su dueño.
Llama la atención la existencia de muchos mendigos, personas que no trabajan o que no pueden hacerlo. En estos grupos están las mujeres, especialmente las viudas, los niños, los enfermos de cualquier tipo: ciegos, enfermos, cojos, leprosos; también hay grupos de personas con dificultades para trabajar que provisionalmente mendigan. Los jornaleros lo hacen cuando no tienen trabajo.
Fuera de Palestina, la sociedad está también estratificada jurídica y económicamente. En Roma sigue existiendo una aristocracia antigua, considerada, adinerada y minoritaria. Por las facilidades comerciales aparecen pequeños burgueses, comerciantes, una nueva aristocracia enriquecida por negocios. La gran mayoría de la población está dominada por grupos pobres, asalariados o esclavos. La clase media, funcionarios o soldados colonos, tampoco son abundantes, más bien los extremos siempre son relevantes. Todo esto en cuanto a grupos sociales pero, ahora te invito a que prestes atención al plano político. Esto es lo que más pesa a la vista del mundo cuando se mira al pueblo de Israel.
El poder político está compartido entre las autoridades judías y las romanas. Generalmente los romanos no entran en cuestiones de legislación Judía, excepto cuando se trata de sedición, traición o levantamientos contra Roma. Dejan hacer, y permiten la autonomía para el pueblo de Israel. Por otra parte, la legislación Romana, afecta a los Ciudadanos de Roma que se encuentran en estas tierras y también a los colonos. Los judíos mantenemos nuestras autoridades y gobierno interno, normalmente vinculado al poder religioso y económico del Templo.
En la región de Judea, el gobierno político está directamente en manos de Roma, que delega las cuestiones internas menores a la autoridad del Sanedrín. ¿Sabes qué es el Sanedrín? Es una especie de corte de justicia y asamblea gubernativa, mezcla de lo religioso y político. Está constituida por unos 70 miembros, más o menos. Este Sanedrín está presidido por el Sumo Sacerdote y lo componen los grandes sacerdotes-jefes de las familias aristocráticas. Entre ellas está la familia Anás, muy influyente; Caifás pertenece a esta poderosa familia.
Hay otras personalidades: ancianos y la nobleza laica influyente. Muchos de ellos son terratenientes, siendo a su vez saduceos, es decir, forman su propia tendencia religiosa dentro del judaísmo, pero poco a poco han perdido terreno frente a los fariseos, bastante más pobres y menos poderosos.
Además de los fariseos y saduceos, están los Escribas, personas de saber. Es una elite intelectual dentro del Sanedrín. Tienen puestos importantes en el mundo de la administración y derecho, así como la enseñanza. Delante del pueblo gozan de prestigio.
En resumen podríamos decir que Roma garantiza el orden, recauda los impuestos y mantiene una mínima estructura administrativa. El Sanedrín se ocupa de las cuestiones internas, la administración del Templo y las decisiones religioso políticas más importantes.
Si aún no estás cansado, déjame decirte que habían dos grupos más: el grupo llamado de los zelotes. Quizá su nombre te suene a la palabra celo. Tienen un celo exagerado por el cumplimiento de la Ley. Son fanáticos de la Ley, de situación social baja. Políticamente están en contra de los romanos y fomentan frecuentes rebeliones y escaramuzas. Son técnicamente alborotadores.
En el plano religioso también están los Esenios. Su nombre significa "los devotos, los silenciosos" Este grupo es una especie de monjes austeros y sacrificados, que viven en comunidades en una región cerca del Mar Muerto. Rezan y meditan sobre la Torah, y especialmente hacen insistencia en la venida del Mesías. Pero no tienen mucha influencia porque están alejados del mundo y su forma de vida parece que no tiene incidencia en el acontecer de la tierra prometida. Quizá se puede decir que buscan a Yahvé mi Padre a su manera.
Y por último están los Helenistas. Son judíos nacidos fuera de Judea, en las colonias del norte de África y del Mediterráneo oriental. Su lengua es el griego. Tienen su propia sinagoga en Jerusalén y otras ciudades del país, a pesar de que el centro es el lugar de culto obligado y referencial.
Hablando de sinagogas, también me gustaría hablarte de ella y su referencia al templo que hay en la capital, Jerusalén.
El Templo es una plaza en forma de rectángulo irregular de 300 por 480 m. Toda esta plaza está rodeada por arcos o porches. Allí se reune la gente para discutir, enseñar y también para hacer el tráfico bancario correspondiente al pago de tributos al templo u la compra de las víctimas para los sacrificios (vacas, corderos, palomas…) Como puedes ver, es un submundo en el mundo mayor de la promesa: ambigüedades de la religión – mezclada con el comercio y la corrupción -; religión mezclada con política y tráfico de influencias; influencias que traían dinero y poder y un poder que se reflejaba en el pueblo, como una miseria de la casta sacerdotal, al servicio de Dios. ¡Todo un círculo vicioso!
Apartada del templo están las Sinagogas. La sinagoga es el lugar donde nos reunimos los judíos para rezar. Lo hacemos tres veces al día: por la mañana, a primera hora de la tarde y al acabar la jornada. De manera solemne, estas reuniones tienen lugar el sábado. En ellas rezamos la profesión de fe o credo judío; leemos el Decálogo y fragmentos de la Ley; cantamos los salmos y leemos otros textos de la Biblia que son comentados por los rabinos o estudiosos de la Biblia. La sinagoga también sirve de escuela. ¿te acuerdas? Cuando yo estaba pequeño - ¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos! -
Pues bien, hermano, hermana. Estos son los datos que te puedo aportar. Quizá sea muy complejo para ti. De hecho, la sociedad, la humanidad, es una realidad compleja pero golpea la individualidad. A mi por lo menos me cuestiona mucho el hecho de tener que lidiar con tantas injusticias y desajustes sociales en los que todos hacen una carrera desenfrenada por alejarse de la voluntad de mi Padre y de alejarse de la referencia común de ser hermanos. Espero que comprendas a partir de esto lo que pienso y lo que haré en años por venir.

CAPÍTULO XXXII. 27 AÑOS ¿MUY TARDE PARA HABLAR DE VOCACIÓN? Del 19 de Agosto al 26 de Agosto de 2009

Al final de estos veintisiete años mi primo Juan se ha ido por toda Galilea a predicar la Palabra de Yahvé. Ya lo sabes; de aquella conversación que tuvimos en su casa y de la cual ya te conté, a las pocas semanas se ha ido por el mundo, sin estar en el mundo, queriendo ser signo de contradicción. También en mi se ha producido un choque violento de la conciencia que me obliga a redefinir mi vida de cara a Yahvé, mi Padre.
Ya estoy en una edad crítica en la que debo tomar una decisión. Estoy cerca de los treinta años y tengo suficientes elementos, experiencias vividas como para apreciar la vida misma y decidir acerca de mi vocación. Me río porque pienso otras culturas y desde niños ya tienen marcada por los padres, la vida: sus ocupaciones, su pareja, sus tareas, etc. Yo llego casi a los treinta y de acuerdo a nuestra cultura y la occidental, “debemos llegar” a esta edad para poder asentar todas las cosas y arrancar a construir cosas nuevas y distintas.
Vocación, “proyecto de vida” son palabras que suenan interesantes e inquietan el alma para aquellos que toman estas palabritas en serio. Levantar un proyecto; elaborar toda una vida sobre la base de múltiples experiencias y tener que confrontarla con un todo un sistema coherente de valores, internos y externos, que den sentido y dirección, es una tarea para pensársela. En cierto modo, me fijo en muchos hombres y mujeres que viven el día a día, y les resulta más dejarse llevar por los acontecimientos, que estar a cada momento pensando si se tuerce el camino o realmente se responde a la santidad que Dios quiere de nosotros.
Si nos referimos al terreno religioso, la vocación indica la llamada por parte de Yahvé, mi Padre. Es una iniciativa suya; amorosa dirigida al corazón del hombre, pero exige la respuesta de cada persona, en un diálogo amoroso de participación corresponsable. ¿Es una realidad compleja no? Dios y el hombre actuando juntos, mano a mano. Si lo miras desde la perspectiva de Dios, es su iniciativa: Él se da y al darse, llama. ¡Ajá! ¿Y el hombre? Para él, es una invitación, una interpelación a la que hay que dar una respuesta. ¡No se puede quedar vacía! Sería una actitud de sordos o de querer ignorar a Dios en un determinado momento.
¡Uf! Creo que la cosa se está poniendo difícil.
Ahondando más en mi, en mis actos, creo que este proyecto de vida también tiene un nivel personal y comunitario. El hombre ha sido llamado a la existencia para trascender como persona en dialogo de aceptación y cooperación con el resto de los hombres. Es la vocación humana; es convocado a crecer en el amor, superando una serie de antivalores que vamos generando como seres humanos y van incapacitando nuestra forma de apreciar el actuar de Dios en los hombres. Es un círculo en el que lo íntimo se despliega en la humanidad y viceversa. Por tanto, cada hombre debe hacer proceso de maduración en el que se descubre como persona, lleno de posibilidades y potencialidades, con limitaciones y necesidades. ¡Hay que lograrlo!
Dentro de este campo, el hombre descubre además un llamado a la fe, que lo hace aventurarse en Yahvé, que se le revela en su caminar. Yo, cada vez más, lo descubro como Padre y me siento plenamente su hijo. Es mi Abbá, Padre. Cerca de él, descubro SU y MI santidad.
No se qué más decirte. Lo que sí ciertamente siento es que no puedo quedarme quieta la vida, pensando en qué pensar; o dejando que la rutina me lleve a tumbos. Mi Padre reclama algo de mi… he oído en mi interior ¡Ser su voz! ¡Interesante! Voz del que aún teniendo voz, ha perdido audiencia por la falta de fe y la acelerada ignorancia del hombre a sus deseos, a su deseo de santidad. ¿Somos los hombres lo que estamos en situación de minusvalía? Me parece que hablamos demasiado. No sabemos callar. Creo que el mudo o el enmudecido es mi Padre. Una vez más ha sido dejado de lado y cada vez más su reclamo es fuerte en mi: al igual que mi primo Juan, su voz tiene que sonar clara. Aún hay muchas cosas por decir. Su voz y su Palabra es siempre nueva, de eso estoy seguro. Su Palabra genera tal impacto en los hombres que abren su corazón a la escucha, que no hay posibilidad de no actuar en consecuencia. Desde siempre ha sido así. No hay tiempo para irse al desierto u ocultarse. Si se hace, es para tomar clara conciencia de las exigencias de la Palabra pero luego hay que hacer que ella actúe en el mundo, lo transforme. Es urgente su impacto pero ¿quién lo hace?
¿Quién guió a Abraham en la soledad de la Fe? ¿Quién confió a José los sueños, cómo interpretarlos y cómo aplicarlos en provecho del pueblo israelita? ¿Quién fue puesto, sin mayores méritos, a la cabeza de Israel para su liberación? ¿Quién mostró el brazo fuerte y extendido de Yahvé, mi Padre ante el Faraón? ¿Quién abrió sendas por el mar rojo y por el desierto? ¿Quién hizo entrar al pueblo elegido a la tierra prometida? ¿Quién ha luchado contra los reyes de la tierra? ¿Quién ha puesto sus Palabras en los profetas? ¡Tantas preguntas!; ¡tantas reflexiones!.
Proyecto de vida… ¡Sí! He de seguir adelante. No debo parar. Mi padre Yahvé me impulsa a ejercer mi libertad desde su voluntad. Pienso que hay que hacer más allá de las paredes de un taller de carpintería. ¡Por supuesto que no es una rebeldía contra el status social! ¡Por supuesto que no se trata de huir del hogar o dejar a mi madre a la deriva! ¡Qué va! María sabe lo que está planteado en mi vida y lo que desde siempre me ha exigido el Dios que me ha acompañado desde antes de este ser que tengo. Ciertamente es exigencia, pero exigencia para la vida, para dar vida; es exigencia de un Dios que cruza, interviene en la historia para encontrarse con el hombre en diálogo de amor y servicio, pero también de reconciliación y salvación.
No solamente está la cosa en “ser en el mundo” sino “ser para el mundo”. Repica en mi lo que leo muchas veces en Isaías: “He aquí Señor, para hacer tu voluntad”. Voluntad que alcanza a cada criatura; voluntad que envuelve a la creación, le da sentido, la renueva. En el fondo, es la alegría de saber que la vida no está en manos de la muerte; que la construcción y la naturaleza no están en manos de la destrucción despiadada; es saber que todos los seres poseen un lugar, un significado y tienen un cometido de recapitulación en las manos de aquél del cual salió todo.
De todo esto pues, te digo que sí es válida la conversación sobre la vocación. En ella me encuentro lanzado. He de responder, por tanto, también te contaré lo que veo en mi tierra, en mi entorno, lo que me interpela. ¡Sí! La Palabra de mi Padre la tengo que retomar y me siento interpelado, obligado a que la oiga mi pueblo, cada hombre, cada corazón.

CAPÍTULO XXXI. EL MESIANISMO. Del 11 de Agosto al 18 de Agosto de 2009

Vivo en un mundo realmente desorientado. Esto lo digo porque me encuentro sumergido ya desde antes de yo nacer, con todo esto del mesianismo. Israel parece condenado históricamente a sufrir continuas invasiones de los demás pueblos y los tiempos de paz son un recuerdo del pasado. Muchos esperan un libertador y ya sabes, según los cuentos de mis padres, de que el rey Herodes tenía miedo de mi, intentando matar entre muchos niños que perecieron, al rey que lo había de destronar, pero en el fondo, miedo tenía por todos lados porque las situaciones políticas nunca cambian cuando se trata de usurpar el poder, pero ¿qué es lo que dicen las Escrituras? Me he dado a la tarea de reflexionar un poco sobre esto y escribo.
En mi época y mucho antes de ella – así lo he aprendido de los ancianos rabinos -, siempre han existido dos ideas religiosas en el pueblo de Israel: aquellas que tratan las relaciones entre el hombre y el mundo de lo divino y las que se ocupan de las relaciones entre el pueblo judío y Yahvé, mi Padre, es decir, Yahvé ha elegido a una nación como Suya, otorgándole beneficios, y entre ellos su Palabra, la Ley o Toráh. Su cumplimiento parece otorgar un invalorable premio que no sólo se extiende al pueblo, sino a cada persona.
Pero la realidad no arroja maravillosos resultados sino que, por el contrario, se torna dura y conflictiva. La esperanza, que es un elemento clave para poner los ojos en un futuro mejor y pregonada por Yahvé ya desde su sabiduría, se va centrando en una etapa de perfección a lo largo de los años pero surgiría en algún momento de nuestra historia con la llegada de un Mesías quien habría de liberarnos del mal y del pecado.
Mi pueblo observa, o intenta observar, en la medida que se lo permitan las circunstancias históricas, mediante el estudio de la Toráh, y con mucha devoción, la llegada de mundo futuro o Reino en el que mi Padre regresará algún día y gobernará con mando firme. Las generaciones lo han cantado y nuestras fiestas nos recuerdan cuán misericordioso ha sido Dios para con nosotros. Pienso ahora por ejemplo en los acontecimientos de hace menos de dos siglos con los macabeos y sus luchas contra los helenos.
La pregunta que surge es ¿Dónde afincar la fuerza? ¿En Yahvé? ¿En el hombre? ¿Un hombre poderoso pero no ungido, sino con dotes de mando y líder hasta la muerte? ¿Es Dios mismo luchando con su pueblo como lo hizo frente al reino de Egipto o como cantaron tantos reyes que sintieron con pavor su fuerza? ¿Dios que guía suscitando hombres ungidos por él para la batalla como valientes guerreros u hombres santos, llenos de piedad que guíen al pueblo y cada hombre, en el conocimiento de sí mismos y a partir de ello, surja una verdadera liberación en la que se descubra a Dios como Señor y centro de vida? Esto último parece utópico porque a nadie le interesa cambiar su vida y con ello cambiar la sociedad. Es una pérdida de tiempo. Muchos le echan la culpa a las estructuras generadas por el hombre malvado, pero ¿cada uno no propicia que esto se perpetúe? Si intentamos cambiar la sociedad pero no al hombre, entonces estamos arando en el mar y allí mi Padre habrá pronunciado su Palabra en vano.
Si miramos mucho más atrás, en tiempos de los profetas cuando de verdad eran una institución que se enfrentaba a la monarquía y al sacerdocio, conseguimos a hombres aguerridos en la palabra. Guiados y a la vez, empujados por Yahvé a ser como Jeremías, Atalaya, roca fuerte. Unos cuantos expusieron su vida por hacer que el pueblo, en sus diversas estructuras, volviera su vida a Dios, pero sobre todo, a pesar del dolor, la miseria, la opresión, el destierro, hicieron prevalecer la promesa de Restauración de la alianza. Isaías proclama al Siervo, a su siervo.
Llegados aquí, muchas veces me he preguntado por la insistencia de mi Padre, Yahvé por volver a reunir al pueblo de Israel bajo su protección. Me ha fascinado la insistencia de la elección del pueblo de Israel y siempre termina todo en la verdad más última de su corazón: Mi padre ama al hombre; le demuestra su amor. No anda con estupideces o falsedades. Su amor ha sido patente y se puede demostrar a lo largo de los siglos. Su promesa y el cumplimiento de ella, no deja de apreciarse a lo largo del tiempo. ¿Quieres muestras?
Las muestras son fáciles de entender: fíjate en estas palabras que de seguro conocerás a legua.
"Vengan, disputemos dice Yahvé. Así fueran sus pecados como la grana, quedarán como nieve y así fueran rojos como el carmesí, cual la lana quedarán...si aceptan obedecer, lo bueno de la tierra comerán, pero si rehúsan, serán devorados por la espada."
También fíjate en esto: "No se avergonzará en adelante Jacob ni su rostro palidecerá; porque viendo en sus hijos las obras de mis manos, en medio de él, santificarán mi nombre". Eso lo puedes encontrar en el libro del profeta Isaías.
Yahvé, en boca de Jeremías dice lo siguiente: "vienen días en que sembraré la casa de Israel y de Judá de simiente de hombres y ganados. Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para reconstruir y plantar".
Y ¿después de los profetas qué? ¿a dónde fue a parar la confianza? Precisamente en lo que quedó metido en el corazón del pueblo. La esperanza mesiánica. Isaías es el máximo expositor de esto. En uno de sus rollos conseguimos que nos dice: "porque una criatura nos ha nacido, un niño se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro y se llamará su nombre maravilla de consejero, Dios fuerte, siempre Padre, príncipe de la paz. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino para restaurarlo y consolidarlo, por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el cielo de Yahvé hará eso".
Más adelante nos dirá también "saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotara. reposará sobre él el espíritu de Yahvé, de sabiduría e inteligencia, de consejo y de fortaleza, de ciencia y temor de Yahvé. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad, el cinturón de sus flancos." Este es el Mesías por esperar.
La esperanza sigue latente en cada israelita pero todo esto parece que queda anclado en una especie de transferencia al mundo ideal-espiritual y no al material-concreto. Y eso por eso que hoy, queriendo llenar un vacío de la presencia de Yahvé, es que han surgido muchos “mesías fracasados”, surgidos precisamente de la política o del campo militar, que pretenden guiar a una “salvación” y falsa liberación de lo estrictamente servil o mejor dicho, del dominio extranjero. Desde los macabeos, ya digo, hasta el presente muchos. Pero vuelvo a insistirte. ¿dónde busca mi Padre Yahvé la liberación? ¿dónde realmente liberar? ¿dónde redimir? Creo que más en el interior del hombre que en su exterior. Ahí está la verdadera lucha.