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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

Capítulo V. Más recuerdos de la Infancia. Del 26 de Enero al 01 de Febrero de 2009


...Pues como te iba diciendo, esos recuerdos de la infancia llenaban mucho...
Conforme fueron pasando los años en los que ya casi era un "chico formal", fue aumentando mi "experiencia de Dios". Me dirás que no es posible tener una experiendia de Dios a temprana edad, pero recuerda que soy judío; nos iban metiendo poco a poco al misterio de Dios, mi Padre. Ahí sí que no me daba oportunidad de pensar en juegos pues las cosas que nos enseñaban los maestros de la ley eran tan interesante para mi que poco a poco me "robaban" mi infancia.
Entre otros maestros estaban Zaquías y Leví. Aunque yo tenía buena estatura para mi edad, tenía que verlos hacia arriba y sólo me "igualaba" a ellos cuando nos sentábamos en esos sillones y mesones que por cierto, algunos fueron hechos por mi padre José. Al pricipio, cuando entré, se sentía un silencio sepulcral. Hasta los bibliotecarios se dirigían a los maestros en voz baja, cuando manipulaban los textos que, eran rollos que deambulaban de aquí para allá.
Era un salón adosado a la sinagoga, con cúpula alta y filigranas a una altura de más o menos dos metros. Sus paredes estaban hermosamente pintadas de un verde que se había obtenido de un tipo de plantas de por estos lados. Los dinteles y las jambas de las puertas, así como las mismas puertas, estaban hechas de cedro y adornadas con incrustaciones de marfil. Las mesas de estudio - que anteriormente dije, las trabajó mi padre Jose - eran hermosamente cuidadas, al igual quelas sillas. en el suelo, habían unas grandes alfombras hermosas, en tono de un rojo teja, que hacían disminuir el ruido de la sala que, no era mucho.
Allí nos enseñaban desde el origen del mundo. Los rabinos se empeñaban, a pesar de su edad, de hacernos entender la creación de las cosas en medio de juegos o de grandes gestos que nos emocionaban y nos hacían ver cuán grande era Yahvé. Otro de los temas era la figura de nuestros antepasados Abraham, sus hijos, y la historia de nuestro pueblo...pero, todos estos temas tomaban días y la forma de "evaluarnos" no solo era ver nuestras caras emocionadas, sino prácticas teatrales que demostraban que por lo menos remedábamos a los rabinos en sus gestos.
Pero, algo pasaba en mi interior, como si me elevara...me decía dentro de mi: ¡Ya lo conozco!...¡Conozco todo eso!...no se agitaba nada en mi como si no lo supiera explicar...¡sí lo sabía! ¡lo había vivido!...y a la vez, se producía una alegría en mi...oía mi nombre en silencio "Yeshua"...la voz de mi Padre...no alucinaba...no estaba loco ¿tan pequeño? ¡No! era la voz de mi Padre ¡Abbá! llamándome, procurando tantos vivos recuerdos con él...
Estos rabinos fueron haciendo que yo dejara de jugar con mis compañeros porque mientras los primeros meses de clases jugábamos hasta el cansancio, luego me preguntaban si estaba enfermo o me pasaba algo...les contestaba que no pero me sucedía lo mismo que cuando era niño...me aislaba para disfrutar escenas que se venía a mi mente una y otra vez...el corazón me repetía que las había vivido y de repente - muchas veces - entraba en silencio, en contacto con mi Padre...con él estaba, me sentía muy, muy a gusto...eso me recuerda uno de tantos episodios en mi vida...sin querer, cruzaba los brazos sintiendo su abrazo paternal. era tan cálido todo, que el gusto por quedarme así, duraba mucho tiempo. Los rabinos estaban preocupados.
Más o menos a los trece años, fuimos por el mes de Abril a la capital del reino: Jerusalén. Mi padre José, anciano, me había dicho que ya estaba preparado para iniciarme como "adulto" en la fe...recuerdo además que los rabinos me habían estado preparando en el manejo de los rollos de la Torah y los profetas...
Estando en el gran salón, apartaron a los niños de 12 años para abajo y se los llevaron. Nos dejaron a los que teníamos trece. Después de un rato de silencio, nos explicaron que haríamos una serie de ejercicios rituales, donde nosotros debíamos participar. el rabí Leví nos dijo: "Ustedes serán unos pequeños rabinos en este momento". Yo miré a mis compañeros que como yo, no entendían nada de lo que sucedía. Nos llevaron del salón a la sinagoga. Nos fijamos que estaba cerrada y eso que era temprano.
Nos colocaron en semicírculo, en torno a la mesa donde reposaban los rollos. Los habían sacado. Nos explicaron muy bien lo que debíamos hacer en el rito y cómo leer la Torah. Insistencia en no tocarla, puesto que habría un rabino encargado de desplegar ante nuestra vista el pasaje. el ensayo entonces se enfocó en la lectura de la Torah. Creo que fue un día fructífero.
Volviendo a la realidad de Jerusalén, José me contó que en este tiempo, muchos adolescentes de nuestro pueblo y de otros pueblos irían al templo. Allí, nos acogerían en una de las salas e iniciarían con nosotros el "camino de la adultez" para que podamos estar al servicio de la Torah y de "Yahvé vivo"...José me dijo: "Es un acto hermoso; mira, aquí llevo una carta de los rabinos de Nazareth. No lo vas a olvidar Joshua, no lo olvidarás"...al pronunciar mi nombre, José me volvió a hacer sentir esos recuerdos vivos con Dios, mi Padre.
Llegados a Jerusalen y después de haber descansado, entre tantas, muchas personas, nos fuimos introduciendo en ese gran edificio construido por Salomón...
¡Uf! ¡Tantas historias tiene mi pueblo!

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