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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XIX. EN SINTONÍA CON LA CREACIÓN. Del 10 al 17 de Mayo de 2009

Hoy es shabbat, sábado. Mi madre, y también el resto de las mujeres del pueblo, están descansando porque cumplen con la Torah. Los hombres también cumplen fielmente la Torah para no faltar a Yahvé en su descanso. Yo he decidido dar un paso hacia las lomas que tenemos en el pueblo.
Esas lomas se encuentran en la entrada. Sirven de protección y puerta desde la cual el pueblo puede sentir la presencia de las tropas romanas o la entrada de carretas y bestias que entren en Nazaret. Pero más allá, se extienden, a través de una llanura, hacia otras lomas que tienen cuevas. Sólo me toma un kilómetro y medio. Es el lugar preferido de la juventud de mi pueblo. Muchas veces nos hemos ido allá a pasar el día.
Nos llevamos la comida que ya, como es costumbre, nos preparan las madres y algunas de las chicas del pueblo, se unen a nosotros a pesar de que los mayores se ponen molestos. A la final dicen resignados: "Confiamos en ustedes, pero sobre todo en ti, Jeshua".
Cuando llegamos allá, mi "pandilla", el grupo de amigos que tengo, hacemos juegos que en principio son de chiquillos, pero que nos hacen pasar un buen rato: jugamos a correr cien metros planos; saltos de rana; nos damos golpes sin caer en un pelea; nos tiramos rodando por el pequeño pasto de una de las laderas y si alguno se descuida, lo agarramos y le llenamos de tierra las cabelleras, así que se tiene que ir sucio a la casa cuando termina el día. Lamento decir todo ésto, pero cuando me recuerdo, he de decir que yo soy quien empieza todo ésto.
Hoy espero no conseguirme con ellos pues espero encontrarme en la soledad de este paraje.
Aquí hay grupos de arbustos de mediana estatura. Están muy juntos y hacen buena sombra, en todo caso, también están las cuevas que en realidad son cuevas abiertas como pórticos y dan buena sombra. He decidido estar entre las sombras de los árboles...desde aquí diviso casi todo o una buena parte del paisaje y mi alma se va elevando poco a poco a Yahvé, mi Padre.
¡Cuántas son tus obras Señor! ¡Qué contrastes de marrones has hecho en estas tierras; algunas secas y desérticas, otras abrazadas por el sol inclemente con tenues pastos para el ganado.
Alabado seas Padre por las alturas y ondulaciones de estas lomas, pero de las montañas de esta tierra. Las modelaste según tu corazón y a cada una le has dado belleza. Ninguna se repite en belleza. Cada una tiene tu huella Padre.
Me deleito en los ganados de ovejas, cabras, cabritos, corderos que le has dado a la gente de nuestro pueblo. De ellos y de las reses, sacamos alimentos para compartir aún con los más pobres y ancianos. En este caso, una vez más, por las amigas de mi madre María que a cada cierto tiempo hacen mantequilla y cuajada para algunos ancianos que ya no se valen por sí mismos. ¡Qué delicia verlas trabajando juntas como hermanas! haciendo conservas y embotando ajos, cebollas, aceitunas, etc son unas expertas en la preservación de alimentos.
¡Y qué decir de los pequeños animales que están en estas lomas! esos pequeños lagartos que a veces cambian de colores; esas serpientes que se arrastran y dejan a su paso su piel cuando se desarrollan y crecen. ¡Las aves Padre! auténticas planeadoras de este cielo azul que nos has regalado. Interesante cómo se tiran en picada las águilas para atrapar a sus piezas. Todo lo creas en perfecta armonía y aunque es parte del ciclo que unas especies se alimenten de otras, siempre cuidas de que haya un equilibrio en las cosas.
estas cosas que alcanzan a ver los ojos, son motivos para alabar a mi Padre, pero hay muchas cosas que me hacen entrar en la naturaleza humana: el propio hombre es motivo de reflexión para mi hoy.
Resuena en mi corazón el salmo 8: Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Qué el ser humano para darle poder? lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste a sus pies; rebaños de ovejas y toros y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.
He revisado la humanidad que me has dado. Ha sido una experiencia magnífica palpar las debilidades del hombre. Ahora hablo, Padre, y me siento distanciado del propio hombre aún siendo hombre. Esto me angustia porque a veces no es mucho lo que puedo hacer por cada uno de los que me rodean. Palpo cómo la propia vida nos lleva a empujones y nos hace asumir compromisos; pero la intensidad de vivir, el saborear las experiencias de la bondad, de la dulzura; de la cercanía, del trabajo solidario, etc. parece que se difuminan en el ajetreo. Ahora que me siento joven aún, experimento cómo esa libertad e inocencia se fugan de mis manos para encontrarme con las exigencias del trabajo, de las relaciones, del cansancio... !Oh Señor, Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Y...Qué hay de mi, Padre? hoy te vuelvo a preguntar, porque estoy a solas contigo; la intimidad de este día que he querido para ti y para mi, me lleva a pensar en lo que quieres de mi? !No lo tengo del todo claro!. Se que buscas mi entrega firme por los hombres. Se que me exiges ser tu imagen cada día y aunque es duro, reflejo lo mejor en ti. Muchas veces me pregunto si necesito de milagros, de cosas "fuera de lo normal", para "captar la atención" de los hombres. A muchos sles basta ese masaje en las piernas y unas manos fuertes para caminar; recuperar sus fuerzas.
A otros les falta solamente frotar los ojos con agua limpia para comprender que deben ver mas allá de las impurezas que empañan nuestra vista. A otros les falta no solo palabras de aliento, sino sabias palabras, fuertes, templadas que abran el corazón y deslastren heridas de años para empezar a resucitar. !Qué difícil es la interioridad del hombre!
Al atardecer, con estos pensamientos clavados en mi corazón, vuelvo con paso apresurado a la casa, pensando que mi madre se ha preocupado. Se resiste a pensar que su Hijo ha crecido y que tiene otra forma distinta de pensar.

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