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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XVIII. UNA MALA EXPERIENCIA. DEL 02 AL 09 DE MAYO DE 2009

Hoy quiero contarte una mala experiencia que he tenido en el taller. No me había tocado tan de cerca como ahora.
Anteriormente mi padre José había recibido trabajos urgentes y denigrantes de parte de los romanos. Irrumpían en el taller como si fueran los dueños del pueblo y de las casas. Es una lástima mirar la historia y nuestra historia en Israel y ver que está marcada por violencia tras violencia. Las imposiciones de la ley por las armas han sido más desvastadoras que los avances en el desarrollo, siembra para alimentos y ganadería para los pueblos vencidos. Es una historia de nunca acabar porque el deseo de imposición y dominio está en el corazón del hombre. El servicio queda anulado cuando sea trata de reconocernos iguales.
A José lo mandaban a hacer cepos de madera para presos en las cárceles o para atarlos y colocarlos en público por haber sido malhechores y bandidos, pero más desagradable era cuando traían troncos de árboles para que los redujera hasta formar leños que servirían de mástiles en los cerros de alrededor y en ellos colocar a nuestros hermanos.
Ellos sabían que yo era el hijo de José. Anteriormente dije que ellos respetaban mucho a José, hombre santo y justo, pero además sabían que nuestra casa era santa por lo tanto, sentían un respeto hacia todo lo que pertenecía a José y más a mi madre.
Ese día llegaron en lugar de uno, tres carruajes. Venían cinco juegos de troncos. El decurión, llamado Italicus, me dirigió las siguientes palabras: "Jeshua, tienes afuera diez troncos...te salvas que es una madera de mala calidad. Tienes una semana para hacer todo este trabajo. A la hora nona del Jueves serán colgados cinco de los tuyos. Tres son ladrones, pillos que solo saben robar a los más prósperos y dos más son sublevados contra la noble Roma y nuestra César a quienes los dioses den larga vida. ¡Ya estoy cansado de tantos sicarios de tu pueblo que nos sorprenden en cada esquina y por las noches! Los castigos ejemplares son un buen método en las provincias sometidas al poder de Roma.
Italicus era un decurión con mucho tiempo de servicio en Judea. al principio, como todo soldado, empezó a ser déspota pero con el paso del tiempo, su actitud fue cambiando. a pesar de la dureza de la milicia, Italicus se tornó más cercano al pueblo, aunque no podía perder la imagen y menos ahora, que le habían dado un cargo de responsabilidad. Calculaba que tenía treinta y siete años - quince años más que yo -.
Debido a sus constantes venidas a la casa, no solo me dió la oportunidad para conocerlo, sino para que permitiera él cierta confianza, así que le pregunté: Crees que la violencia lo alcanza todo? Guardó silencio pero contestó: "No, sin embargo, las provincias sometidas, no ob servan la paz que le ofrece la Augusta Roma. cuesta mucho mantener el orden en el orbe que los dioses han regaado a nuestro imperio".
Le contesté con una pregunta:"si Roma no hubiera invadido otros pueblos, Crees que tuviera que hacer tanto gasto desplazando soldados, magistrados e imponiendo duras penas, manteniendo la paz? Contestó: "ciertamente no Jeshua, pero no eres soldado y yo sí. Sabrías muy bien que los pueblos crecen en su soberbia y, en su afán de crecimiento, intentan dominar a otros.
Roma ha crecido de forma culta y civilizada. Se ha puesto a la par de los grandes pensamientos de Atenas y de todo el mundo helénico, pero como puedes entender fácilmente, muchos bárbaros rodean a la gran Roma y no se puede permitir las invasiones a nuestros ciudadanos. Cada quien debe desarrollar un sistema de defensa y luchar por lo que ha logrado".
No está mal esta respuesta, pero ciertamente estamos seguros que la civilidad está reñida con la barbarie. Parece que el hombre prefiere la barbarie dentro de la civilidad que la civilidad en sí misma. No es posible avanzar hacia una humanidad igualitaria; es imposible pensar en eso. El esquema de la igualdad hecha desde nuestro Dios Yahvé, no entra ni en la forma de pensar romana ni en la nuestra.
Italicus me miró y me dijo: "Me encanta tu filosofía Jeshua, pero como ves, no tengo tiempo para perder en palabras".
Después que se marcharon los soldados, llegaron los más jóvenes y nuestros padres más jóvenes para saber de las malas noticias. Yo servía de portador de las malas noticias.
Expliqué que a la siguiente semana habría ejecución de cinco de los nuestros; tres ladrones y dos sicarios a los que se les había aplicado una trampa. Preguntaron por personas pero el decurión guardó silencio. Solo dijo que la sentencia sería eficaz para todos aquellos que estaban en contra de la augusta madre Roma.
Algunos cuantos de mis amigos, por miedo, me ayudaron. Con mucha rabia en su corazón pero pendientes de mi y mis fuerzas, se turnaron para reducir el tamaño de los troncos a maderos más manejables cuyas puntas terminaban en forma de cuña. Los otros eran más cortos y de un grosor menor, pero aún así pesados. Debían calzar muy bien en la parte superior cuando lo elevaran y emparejaran con el vertical. Todo ésto iba además acompañado de un juego de 4 largos clavos de por lo menos 20 y 30 centímetros de largo. Para el martes en la tarde, ya cansados, terminamos la dura tarea. Mis amigos, antes de despedirse, rezaron conmigo salmos de David y, con un abrazo y un Shalom que sonaba hueco para estos momentos, marcharon a sus casas.

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