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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

Capítulo VIII. Mis secretos para ti. Semana del 18 Febrero al 25 febrero 2009


¿Tienes amigos? ¡De seguro los tienes!...te puedo decir que la adolescencia y la juventud me apasionan cuando las recuerdo...!son años intensos de vida!... de seguro muchos te dirán que no hay que desperdiciar esos años que regala la vida. ¡Estoy de acuerdo! Estoy seguro: mi Padre no se equivocó al poner mucha intensidad en la vida del hombre...en este tiempo y más ahora, comprendo la belleza de la criatura creada: el hombre debe reproducir con pasión todo el fuego que lleva dentro de sí...eso que llamamos sentimientos, deben ser expresados en su máxima intensidad...te voy a explicar cosas que suceden ayer y hoy...
Entre los catorce y dieciocho años, la juventud en nuestro pueblo estaba por todos lados...me parece que mi grupo y yo existíamos en este planeta...eran muy pocos a los ancianos que veíamos; hasta a nuestros padres los veíamos como jóvenes y en especial a mi madre María...¡Uff! ¡Tenía 29 años y a pesar de que la respetaban, hasta mis amigos cercanos la miraban, resaltando su belleza y la dulzura con que amaba a José!
En esa adolescencia y juventud competíamos en fuerza...a cada rato nos tirábamos los varones en la calle pretendiendo golpearnos y ver quién era más fuerte; otras veces jugábamos lo que juegan en muchos pueblos: montarnos encima de otros a ver quien soporta "el pilón" y en otros casos, hacíamos carreras largas para ver quién tenía resistencia...
Otro de nuestros juegos favoritos era hacer carreras de carretas humanas. En pareja, nos agarrábamos por los pies y uno de nosotros, con las manos, intentaba llegar lo más rápido posible a donde estaba la meta fijada con anterioridad por otro o por las chicas ¡Qué fuerza respiraba la vida!. ¡Nos matábamos queriendo vivir!.
Todo era sano...te confieso que algunas veces mis amigos me veían fuerte, porque mis músculos se habían desarrollado en el taller. Cargaba madera de aquí para allá y hacía fuerza serruchando o cargando piezas de hierro que iban incrustadas en los muebles de madera que hacía José...eso sin contar con que las madres de nuestro pueblo nos llamaban, previo permiso de nuestras madres, para ayudar a colocar cualquier cosa pesada en su sitio o alzar una carreta para arreglarle las ruedas...
¡Ah! y cuando teníamos que ir al campo a "azotar" los olivos para descargar las aceitunas...nos poníamos muy serios los varones mientras las chicas se movían graciosamente, alzando las cestas y sus vestidos, llevándose toda la carga de aceitunas a las casas o carretas. !Pero eso sí! al terminar nuestro trabajo, no sé por qué nos daba como niños para usar las varas que teníamos y empezar a luchar como si fueran espadas. Caíamos como niños, cuando uno u otro nos "atravesaba" con las armas y nos "hacíamos los muertos". Nuestras madres y las chicas al principio, nos decían "niños" pero ya estaban preparadas para la lucha, al final de la jornada. Total que todo era risa que nos llevaba lentamente a tirarnos todos juntos en el piso para descansar.
El tiempo de almuerzo era una fiesta. ¡Bueno! nuestras madres habían llevado cosas en cantidad para comer. Nos decían que comíamos más que una bestia que había pasado días en el desierto...Fanuel, hijo de Ruth y Absalón, era uno de mis amigos; era grueso como yo y comía en cantidades...se estaba poniendo muy fuerte...yo me le lanzaba al final de la tarde en las espaldas para que me cargara como si fuera "el burrito", mi burrito. algunas veces, cuando intentaba bajarme, me sostenía una pierna y me tumbaba al suelo y después de llenarme de tierra, me hacía cosquillas y me halaba el cabello que ya lo teníamos largo... yo lo agarraba por los brazos e intentando con una llave de lucha, lo tumbaba al suelo y también le hacía unas cuantas maldades que a la final, lo hacía sentir feliz.
Qué otras maldades hacíamos? !Imagínate! en ese gran terreno de olivares había semillas de olivo y a alguno de mis amigos, se le ocurría gritar !Guerra! Al instante, quien no estuviera atento, recibía la mayor cantidad de golpes de aceitunas podridas que después, eran motivo de regaño de nuestras madres. Las manchas, entre verde y grasa, eran muy comunes.
Recuerdo también otro amigo...se llamaba Leví...vivía como a un kilómetro de la casa pero se la pasaba mucho tiempo en la casa de su tía Mariam...a pesar de ser fuerte, algo pasaba con sus pulmones...se cansaba muchas veces y perdía la respiración cuando bajaba la temperatura...Josè mi padre, se apiadaba de él y a escondidas, le preparaba vino caliente y con aceite le daba a tomar, y al terminar Leví, le permitía que le golpeara la espalda en forma de masaje, para calmarle su falta de respiración...eso lo reconfortaba...descubrí que José lo hacía porque tenía un hermano que murió joven. Mi abuelo, me contaba, hacía ésto mismo y lo ayudaba mucho...sobre todo cuando el serrín de la madera le causa estragos al respirar.

¿Travesuras? ¡Claro que hacíamos! déjame contarte...

Me acuerdo de una vez que estábamos haciendo competencia de pesas...la pesa era una de las carretas que se iba cargando con aceitunas...Gerson, Benjamin, Leví, Santiago, Judas, Fanuel, José, Neftalí y mi persona, nos colocábamos en los transversales de donde se ataba la carreta a las bestias. Todos íbamos pasando uno a uno y una de las chicas, Raquel, que siempre se la pasaba con nosotros - siempre que no la veían sus padres - medía la altura...pero !no faltó mi amigo Fanuel! se paró delante de los transversales, echó un grito y alzó hasta donde pudo, con la mala suerte que la carga se fue para atrás y se cayó todo al piso...!Salimos corriendo!
Otra vez, haciendo el juego de lo que hoy llaman "cero contra pulsero", estábamos saltando. Tocaba mi turno y cuando salto, lo hago con tanta fuerza que me llevé por delante a una de la chica...Isabel...le caí encima y quedamos cara a cara en el suelo...!Claro! el peso mío era de unos cuantos kilos. Ella se puso roja, avergonzada...los muchachos al verme, se rieron y me empezaron a silbar como queriendo decir que estábamos enamorados. yo salté del susto, porque en primer lugar pensé que le había hecho daño; habían piedras en el suelo. Pero también pensé en su papá que tenía buena contextura y podía darme una tunda, pero la cosa no pasó de un susto.

Tengo otras historias pero lo dejamos para el próximo capítulo...

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