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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPITULO X. Mis secretos (3ra parte). del 4 de Marzo al 11 de Marzo de 2009

Pues sí, amigo...Séfora...esa chica robaba el corazón...te diré más...quizá fue el anticipo de lo que me sucedió varias veces y tiempo después...ésto sucedió antes de que se fuera...
En un día caluroso del mes de Agosto, estando yo en la carpintería, Séfora se había acercado, como siempre, en secreto. Yo ya reconocía la forma en que llegaba y dónde se colocaba para mirarme...tenía hábitos predecibles...
Estaba yo realmente cansado, sudoroso...había trabajado sin parar en unas mesas que debía entregar cuanto antes...pero ella, como a las siete de la tarde, llegó al taller con una fuente de agua...sin preguntar, me separó de la mesa de trabajo, me arremangó la túnica - que de hecho tenía arremangada - me descubrió el pecho y se agachó para remojar una pequeña toalla...me limpió el pecho, los brazos, el cuello...se acercaba demasiado y olía su cuerpo...estaba perfumada y los cabellos negros le caían en sus hombros...luego siguió con la cara y los cabellos...me besó en la frente, en la nariz, en la comisura de los labios...tenía un rostro resplandeciente...estaba contenta; su cuerpo respiraba el silencio que solo las mujeres saben guardar...terminada su labor se retiró a casa...y yo, me quedé sin fuerzas, obnubilado por lo sucedido...me senté y respiré hondo pensando qué había pasado y me quedé con la alegre impresión de su cara y su olor...no sólo lo hizo ese día...hubo oportunidad para otras tres veces...
Cambiando de tema, me encantaba los niños. ¡Uf! Eran la bendición de mi Padre Dios en nuestro pueblo. Joachim - como mi abuelo - era uno de los más tremendos; pero había otros: José, Leví, Rubèn, y otros tantos...corrían por todos lados y parecían una amenaza para los abuelos, pero también para todos aquellos que no estaban pendientes de las esquinas ni de las calles del pueblo...salían corriendo o tirando cosas al aire que pronto pegaban en las cabezas de los mercaderes que despotricaban contra ellos...
Los días libres en que no tenía trabajo fuerte, iba haciendo juguetes grandes, como potros para que saltaran sobre ellos...muchos gritaban como sus padres, que esos caballos servirían para luchar contra los paganos romanos que invadían nuestras tierras...me decían: "¿Joshua, podrás hacer para nosotros espadas y escudos?", sonreía y les decía que tenía algo mejor...con ayuda de mis amigos, contruímos a las afueras del pueblo unos pasillos de madera y hierro como túneles y unas especies de planchas altas muy bien pulidas para que se lanzaran y cayeran en una piscina de paja que los mayores se encargaban de renovar...era casi una alegría verlos juntos, pero realmente a la vez, era una descanso porque ya las mujeres se quejaban de los cántaros rotos, producto de sus correrías y empujones...
Tenía 21 años...Era Marzo, comienzo de la primavera...mi madre, para recordar mi cumpleaños preparó unas deliciosas tartas de moras. Sabía que no necesitaba invitar a nadie porque más bien era raro que la casa estuviera sola...si no eran las mujeres que hablaban con mi Madre de costura, bordado o cocina, eran los ancianos de Israel que visitaban a José, mi padre, que además de anciano, estaba muy enfermo...padecía de dolores intensos de huesos...
Ese día como te digo, mi madre se levantó temprano para limpiar atrás, en el solar de la casa...me extrañaba que varias chicas estuvieran con ella sin embargo, después de mi habitual oración a Abbá, me fui al taller...con la claridad del día empecé mi faena mientras pasaban las horas...el día no tuvo mayores misterios hasta llegada la tarde...eran las seis de la tarde y el sol aún brillaba. empezaron a oirse los gritos de mis amigos... distinguía claramente a Benjamín, Santiago y a las muchachas que se acercaban a la casa...los muchachos como siempre me hicieron un asalto y gritaron: "Feliz cumpleaños" y, cargándome en brazos me llevaron hasta los toneles de agua que teníamos para las bestias y allí me tiraron para "restregarme" del sudor del trabajo...
Ya Abigaíl me traía unas toallas para cubrirme y secarme. Esa tarde - noche fue deliciosa, como muchas tantas en las que me sentía amado por mis amigos, por mi familia y en el silencio de mi corazón daba gracias al Padre por experimentar esta humanidad, la amistad y por supuesto, la presencia en la alegría...en esa noche conocimos de unos cuantos compromisos entre mis amigos y amigas...

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