Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen

Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen
Haz click sobre la imagen y regresa a la pagina principal

Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

Capítulo XI. Una vida que mengua. (1ra parte) Del 12 de Marzo al 19 de Marzo de 2009.

Hola..estoy de nuevo contigo...gracias por dejarme entrar en tu vida.
En el capítulo anterior te he contado cosas de mi vida. ¡Por supuesto que hay muchas más! pero supongo que para no aburrirte dejo tantas escenas que llevo aquí guardadas en el corazón y te permito que tú también puedas contarme cosas que de seguro querrás compartir conmigo...
¿Sabes? Cercano a ese cumpleaños que te conté; a mis 21 años, José, mi padre y el mayor de los carpinteros, se sintió mal una mañana del mes de Marzo. La posición en la cama le había hecho enfermar más de los pulmones, amén de que el serrin, como te digo, ya había hecho daño. Se fueron consumiendo sus carnes pero mi madre, que por cierto aún era una hermosa joven de 36 años, lo atendía con desconsuelo y preocupación. Los hijos de José, que eran de la casa, corrían buscando cosas y nos ayudaban en la atención de este hombre que lo había dado todo...recuerdo que ese día había tanto barullo en la casa que yo me quedé absorto, arrinconado. Ustedes en el presente usan una expresión que puede definir lo que me sucedió: "Se me fueron los tiempos"...sin quererlo, se me quedó fija la mirada, justo desde donde yo estaba.
En una sala que el mismo José había construido para estar juntos, distinta del resto de las salas y quizá aislada de la casa, los hechos pasaban por mi mente a pesar de que veía el corre corre por la atención hacia José...
Explicarte qué me sucedió, quizá no pueda, pero me entró una depresión saber que no podía hacer nada por él...que algo me decía que ya era su hora; que no me preocupara por él, puesto que Dios Padre lo reclamaba y otros sentimientos, chocaban fuerte en mi cabeza y en mi corazón, acompañados de fuertes latidos de corazón.
Además de ello, se me amontonaron recuerdos, viviencias...por ejemplo, cuando tenía cuatro años, logró hacer rampas para que yo no tuviera problemas al entrar en algunos lugares de la casa que, tenían desniveles muy alto para mi edad; en esta edad, también gozaba hacer de "caballo humano" paseándome por la casa y durante un buen rato jugaba conmigo...eso me llenaba el corazón de alegría...sin contar las veces que solté risas por sus tantas "morisquetas".
Otro recuerdo bello para mi es ver cómo él, en cierto modo, se peleaba con mi madre, para darme la comida...yo, por supuesto inocente, me identificaba con él porque, mientras mi madre me sentaba en una silla que él mismo José había hecho para mi, él me sentaba a la mesa, del lado izquierdo suyo, y repartía una cucharada para él y otra para mi...¡Claro!, María servía un plato generoso y casi "rabiosa" se daba por vencida e iba a comer en la cocina...
Una vez me llevó casi corriendo a la cocina mientras mi madre estaba asustada. Resulta que en uno de los descuidos de José, yo volteé el plato de comida sobre mi túnica y me ensucié todo...¡menos mal que José enfriaba la comida antes de dármela! pero fui un completo desastre...el almuerzo terminó en limpieza...
José era un buen Padre...al estilo de Dios mi Padre...era hacendoso...nunca faltó a sus compromisos; siempre se levantaba temprano, casi compitiendo con mi madre por ver quién alababa a Abbá ya desde el alba. Nunca vi en el taller desorden de las piezas de madera o de las herramientas, especialmente las que implicaban un peligro para mi; José tenía una voz fuerte pero en la familia, su voz nunca fue la de un hombre altanero...competía también con mi madre en dulzura...aún de manos fuertes, sus caricias eran dulces como las de mi Padre Dios y lo que más me encantaba era cuando me alzaba con una mano que ponía sobre el pecho para hacerme sentir que volaba. ¡Tantas veces que oía los gritos de mi madre!: "José, estás loco? Mira que se te puede caer el muchacho. Bájalo ya de donde lo tienes, no vaya a ser que suceda algo inesperado"; "María por favor"- decía él con toda tranquilidad -, "mientras yo lo sostenga, no pasará nada". Ella volteaba angustiada pero a la final, sonreía porque en el fondo reconocía que su vida se había sentido fuerte en él.
La cantidad de veces que vi a José, porque lo acompañaba, ir a donde las viudas para reparar sus cosas. Cumplía con fidelidad la Torah; Yahvé mi Padre lo escogió entre todos por virtuoso y justo. En él, la fidelidad ha sido una pieza fundamental. Pero no sólo era con las viudas sino con todos...inclusive en dos ocasiones José puso sus anchas espaldas para proteger a un joven que desde el caballo iba a ser azotado por un soldado romano. José tenía un corazón grande, amaba y lo amaban...

No hay comentarios: