Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen

Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen
Haz click sobre la imagen y regresa a la pagina principal

Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XXXV. MIS TENTACIONES EN EL DESIERTO. Del 11 de septiembre al 18 de Septiembre de 2009

He decidido como Juan, irme al desierto. Creo que a esta edad de 30 años, me siento lleno del Espíritu Santo. Él me conduce en este desierto inclemente, seco, sin vida que ha ido robando espacio a la vegetación, a los animales y al mismo hombre. Como en anteriores oportunidades la decisión es inminente. Me propongo estar durante cuarenta días. ¡Es más!, aunque no soy perseguido como profeta, intento hacer la experiencia de Elías; no he traído nada para comer. Creo que es dura la vida en el desierto y ¡lo se! pero el hambre y la sed me harán sentir en sintonía con Dios, mi Padre. ¿Por qué hago eso me preguntarás? El desierto es lugar privilegiado de encuentro conmigo mismo y con aquél a quien quiero entregar mi vida. Basta de palabras. Hallar la respuesta precisa dentro de mi es la urgencia.
Hay una zona muy baja, calurosa, perteneciente a Galilea pero que se encuentra entre ésta y Samaria. Es una zona desértica buscada por muchos para refugiarse en pequeñas chozas y aislarse del mundo. Desde antiguo, otros han estado haciendo este “retiro” del mundo para encontrar la voluntad de Dios. Muchos otros creyeron obedecer a Dios y encontraron la locura en la soledad; otros tantos sencillamente, no queriendo vivir en el mundo se desencajaron de él y se volvieron asociales, renegando de la condición propia de fraternidad, tal cual como Yahvé hizo al hombre. Allí, en el desierto, confrontar la propia realidad exige un grado de verdad para soportar nuestro yo y dialogar con él hasta purificarlo y concentrar en él, cualidades y defectos y en una síntesis, tener conciencia clara del proyecto que Dios quiere de nosotros. Y es que el desierto no es para quedarse en él; se trata de aprovechar la soledad y los impedimentos de comodidad para apreciar lo mejor de nosotros.
Esta zona es muy calurosa además. El viento lejano del mar contrasta a veces, con la brisa fresca que viene del río Jordán. Es una mezcla rara de calor y humedad, de salitre y arena. Saltamontes, algunas cigarras marrones; lagartijas de diversos tamaños, especialmente las de colores marrones que se mezclan entre la arena o el marrón más intenso de algunos troncos ya muertos e igualmente marrones; escarabajos y hormigas pululan por los alrededores como casi las únicas especies. De vez en cuando aparecen unos zorros a lo lejos, vigilando los pasos de los humanos y si miro al cielo, buitres haciendo círculos en sus vuelos, procurando alguna presa en su radio de acción. Apreciar todo esto me encanta. A pesar de todo, hay vida en medio de la soledad y el desierto. Así que llevo varios días ya experimentando cada movimiento, la temperatura, el clima, etc. Mi piel y mis órganos van registrando cada acontecimiento que le afecta mientras mi conciencia procura estar con Yahvé, mi Padre. Parece como esquizofrenia, pero es un todo acelerado a experimentar cosas: todo esto es provechoso para dar gracias a él y su encuentro conmigo.
Durante estos diez días que aquí llevo, experimento una fuerza distinta de mi. Muchos la radican en un mal distinto de nosotros. Siento que Yahvé mi Padre es el único Señor y sobre él, ni debajo de él, hay otro poder ni otro dios que pueda mover nuestras vidas. Pero esa fuerza está allí.
Es de noche. Las primeras horas del día hacen ver con claridad las estrellas en el cielo. Muchos dicen la media noche, pero en realidad es la noche total. Toda la bóveda está encapotada, estrellada. Recojo mis piernas hacia mi pecho para mantener el calor, puesto que la temperatura del ambiente ha bajado. Desde aquí domino toda la extensión del lugar donde me encuentro. Hasta el momento no he encendido ninguna fogata porque la luz de la luna me acompaña: tenue, tierna, clara. Una reflexión se me atraviesa en el corazón y la mente. Oigo una voz ruda que se dirige a mi; es Satanás que me enfrenta y me interpela: “¡Ey, tú, Jesús! ¿Qué buscas en el desierto cuando todas las cosas se te han dado fáciles?” Me sonrío porque desde siempre, Satán ha acosado a mi Padre y no ha dejado de ser instigador de los hombres ante su trono. Todo lo quiere al revés. El caos para él es la normalidad mientras que mi Padre ha hecho más sencillas las cosas.
Su voz resuena a mi alrededor, amenazante, desafiante: “Si eres el hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan”. Me quedo pensativo ante esas palabras. Ha adivinado mi necesidad primaria de alimentarme. Hago consciente que durante estos días he estado sin comer ni beber nada. Los sonidos de mi estómago se hacen solidarios con esta advertencia. Es una necesidad urgente alimentarme pero doblego esta necesidad y aíslo la sensación. Pienso.
La necesidad de satisfacer, de llenar, de placer. Se me vienen a la mente las cosas que dicen de los romanos en sus grandes banquetes y de cómo los cortesanos de Herodes con él mismo, - emulando esta ´gran hazaña ´ -, vomitan después de comer para volver a saciarse en un deseo de placer sin fin. Las copas de vino sirven para atenuar las arcadas provocadas y para evitar el desagradable sabor de comidas devueltas. ¡Qué necesidad de alimentos Padre! El mundo necesita de pan. Saciarse es la necesidad de muchos, solo así el mundo está en paz. Es una verdad justa desde dos ópticas: la primera, desde la estabilidad emocional al conseguir el pan de cada día pero la segunda, la necesidad de pan para todos, como propio de la justa distribución de bienes que tú, Padre, has dado al hombre. La causa de esta necesidad radica en la apropiación de tierras, de ganados en manos de pocos mientras muchos miran sólo el plato vacío del amo. ¡Esto es una verdad! Encauzarla a la realidad debe ser mi tarea.
Después de esta larga reflexión, hago movimientos de voltearme para encarar a Satán. Siento como si se estuviera moviendo constantemente a mi alrededor, evadiendo enfrentarse a mi cara a cara.
Mi sentencia para ti, Satán, es ésta: "Está escrito; no solo de pan vive el hombre". Pero ante las escrituras, muchos pueblos claman por pan y gritan de hambre. Muchos quisieran rasgar el cielo y encontrar a mi Padre para exigir una igualdad prometida y soñada, pero la tristeza es que todo se lo achacan a Yahvé creador cuando todas las cosas fueron puestas a favor del hombre, tierras y ganados, solo que el egoísmo ha hecho del propio hombre un depredador del hermano. Es necesario algo más que pan, porque después del pan ¡qué? Teniendo el estómago lleno ¿qué? Es necesario que ese pan sea esfuerzo realizado y trabajo compartido. Solo así alcanzará a todos. Todo lo que es dado gratis no se aprecia y todo lo que se recibe sin haber hecho esfuerzo, a la larga se convierte en una necesidad, pero la necesidad mayor es la voluntad de Yahvé, mi Padre. ¡Ese es el pan verdadero! Buscar su Reino y su justicia; lo demás será dado en añadidura. Hacia las cuatro de la mañana, el sueño me vence y me siento arrullado por los brazos de Dios en la arena suave que hace de lugar de descanso.
Van veinticinco días de desierto. En estos días he tenido oportunidad de observar el comportamiento de los animales, en especial el de los zorros. He recorrido una buena extensión del desierto en el que me encuentro y he descubierto madrigueras. En plena tarde he presenciado cómo los machos llevan algunos conejos y otros animales, como grandes lagartijas, para alimentar a sus críos. No me han tenido miedo y me han dejado acercar. La supervivencia es tan necesaria y la ley de la vida no solo en la alimentación sino en el cuidado y la preservación de la especie que forma parte de lo admirable de esta creación en la que todos jugamos una cadena de armonía animal y humana. Cada vez más alabo a mi Padre Yahvé por todo lo que ha dispuesto para el hombre.
Son las siete y media de la tarde. Aún el sol muestra su mejor rostro y aunque es caluroso el desierto, la brisa sopla, aliviando el ardor de la temperatura. Experimento de nuevo la presencia de Satanás. Es persistente e insistente en la forma cómo quiere alejarme de mi Padre. Ataca sin piedad mi humanidad. Experimenta gozo cuando estoy en dificultades de hambre, de sed pero aunque sepa de debilidades, tiene que esperar a su próxima estocada.
Otra vez la sensación de voces por todos lados a mi alrededor. Me siento participando de una especie de visión: siento que estoy junto a él, en una altura, como por encima de todo el orbe de la tierra. Me muestra en un instante todos los reinos de la tierra. Es una sensación de inestabilidad. Estoy entre el todo y la nada. Se divisa ciertamente todos los reinos y en especial parece que sintiera claramente las debilidades y ambiciones de los hombres: deseo de dominio, invasión, lujuria, placer, guerras, pobreza, lujo, divisiones, murallas, etc. Deprimente visión que enferma más allá de lo que la palabra reino significa.
Satán me dice: “te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mi me ha sido entregada y se la doy a quien quiero. Si me adoras y te postras ante mi, toda esta gloria y poder será tuya.”. Inmediatamente me doy cuenta de sus intenciones. "Realmente Satán, eres astuto y seductor del hombre. No te entretienes solo con querer ganar su alma sino que la pierdes en lo que le es más apetitoso a sus deseos".
Me doy cuenta de dos cosas inmediatamente: que Satanás es el señor de la mentira, opuesta a la verdad de Dios. ¿Quién te ha dado el poder y la gloria? ¿Qué gloria y qué poder que no provenga de Yahvé es útil y lleve al bienestar? Eres el dueño de la mentira cuando te apoderas de los reinos y sobre todo cuando infundes en el hombre las ansias de poder y de dominio sobre los demás. Solo reinas en las bajas pasiones de los hombres que niegan la hermandad y sostienen estructuras sociales que oprimen al propio hombre. No te basta con tentarme días atrás con el hambre. También con eso, sujetas al hombre y haces que venda su dignidad por el pan de cada día. ¿De qué te vale reinar sobre la manipulación, la división, el poder y la gloria mal vividas y ejercidas? El hombre mismo se da cuenta que la injusticia que ejerce contra otros, se vuelve contra él y sobe todo, ningún reino se mantiene en pie si no es auxiliado por la sabiduría de Yahvé.
Escucha Satanás porque está escrito: “adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto”. ¿Qué buscas de mi si sabes que todo lo que tengo me lo ha dado el Padre? ¿Qué hay aquí abajo en la tierra y arriba en el cielo de lo cual él no tenga dominio? Su gloria eclipsa el cielo y el universo está lleno de ella. Nada se resiste a su voz. Su voz resuena en todos los rincones de la tierra y tú sabes bien que tiemblas cuando Yahvé mi Padre reclama cada elemento por él creado.
Sentí que Satanás se había retirado. El deseo del placer y de poder y gloria han sido dos armas astutas. De nada valen, pero se muy bien dónde golpea Satán. Mi fuerza y mi poder es mi Padre pero mi triunfo y victoria debe ser la del hombre. Aunque sean “valores” de ambición, hay más valores divinos de los cuales el hombre se debe llenar.
Treinta y cinco días. El calor, la sed y el hambre me vencen sobremanera. De noche, las escarchas del frío han hecho una pequeña cantidad de agua cada día en las hojas de palmas que cubren la choza. Aún así, la deshidratación es fuerte y la noto. El diálogo con mi Padre ha sido intenso. Sus hilos de amor me han atraído y clama por mi voz, mis fuerzas y mi vida toda para ser su siervo. Sobre mi está su sabiduría.
Estos días me han hecho ver lo importante que es cumplir la voluntad de Yahvé. Me he convencido de lo que él quiere para mi y de mi. En diálogo, he comprendido la urgencia de su actuar en medio del hombre. Éste ha perdido su rumbo y Yahvé necesita recuperarlo. Es inmensa su necesidad por mostrar al hombre constantemente su amor.
El sopor del calor me envuelve. Una vez más, Satán se hace presente en mi vida. Parece empeñado en estar presente en el desierto junto conmigo. Se ha interpuesto constantemente entre mi Padre y mi yo. Golpea mi conciencia y mi voluntad para no ver con claridad mi vocación. Es el empeño de querer hacerme desentender del mundo. En un intento más por tentarme, me lleva a Jerusalén. Es una visión como la anterior: fugaz, rápida. Golpea de nuevo.
Me pone junto a él sobre el alero del templo, y me dice: “si eres hijo de Yahvé, tírate de aquí a abajo, porque está escrito: a sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y en sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.” Una vez más intento descubrir las intenciones implícitas en estas palabras. ¿Ser hijo de mi Padre? ¡Lo sabes bien! No necesitas decírmelo porque de seguro, no te hubieras acercado a mi. Se que ciertamente no tienes duda de eso y crear esa duda en mi es inútil. Desde hace unos cuantos años mi conciencia ha estado aclarándose. No soy salido de sus manos porque desde siempre he estado junto a él. Soy su Hijo por propio deseo, por su amor en mi, porque es gratuidad. ¡No Satanás! Quien no sabe de paternidad ni filialidad eres tú. Por eso es que infundes en el hombre la capacidad de que se vuelva contra su creador. Y si tan solo el hombre supiera que caminar en la voluntad de Yahvé, ¡cuántas cosas estuvieran funcionando bien!
Aquí, junto a las otras tentaciones, encuentro la clave del desorden humano; aquí, en el orgullo de tentar a mi Padre encuentro el origen del pecado estructural en todos los sentidos. La tentación a ser igual a Dios; ponerse a su nivel, desafiarlo, queriendo teniendo el poder y dominio, hace que más bien viva en la miseria y las bajas pasiones de odio, división, pobreza. ¡Allí! ¡Precisamente allí! Mi Padre urge con su Palabra un cambio.
Por eso te respondo Satanás: "Está dicho: no tentarás al Señor tu Dios". Acabada esta tentación, Satanás se aleja de mi, esperando que esté consciente de su derrota.

No hay comentarios: