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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XXXII. 27 AÑOS ¿MUY TARDE PARA HABLAR DE VOCACIÓN? Del 19 de Agosto al 26 de Agosto de 2009

Al final de estos veintisiete años mi primo Juan se ha ido por toda Galilea a predicar la Palabra de Yahvé. Ya lo sabes; de aquella conversación que tuvimos en su casa y de la cual ya te conté, a las pocas semanas se ha ido por el mundo, sin estar en el mundo, queriendo ser signo de contradicción. También en mi se ha producido un choque violento de la conciencia que me obliga a redefinir mi vida de cara a Yahvé, mi Padre.
Ya estoy en una edad crítica en la que debo tomar una decisión. Estoy cerca de los treinta años y tengo suficientes elementos, experiencias vividas como para apreciar la vida misma y decidir acerca de mi vocación. Me río porque pienso otras culturas y desde niños ya tienen marcada por los padres, la vida: sus ocupaciones, su pareja, sus tareas, etc. Yo llego casi a los treinta y de acuerdo a nuestra cultura y la occidental, “debemos llegar” a esta edad para poder asentar todas las cosas y arrancar a construir cosas nuevas y distintas.
Vocación, “proyecto de vida” son palabras que suenan interesantes e inquietan el alma para aquellos que toman estas palabritas en serio. Levantar un proyecto; elaborar toda una vida sobre la base de múltiples experiencias y tener que confrontarla con un todo un sistema coherente de valores, internos y externos, que den sentido y dirección, es una tarea para pensársela. En cierto modo, me fijo en muchos hombres y mujeres que viven el día a día, y les resulta más dejarse llevar por los acontecimientos, que estar a cada momento pensando si se tuerce el camino o realmente se responde a la santidad que Dios quiere de nosotros.
Si nos referimos al terreno religioso, la vocación indica la llamada por parte de Yahvé, mi Padre. Es una iniciativa suya; amorosa dirigida al corazón del hombre, pero exige la respuesta de cada persona, en un diálogo amoroso de participación corresponsable. ¿Es una realidad compleja no? Dios y el hombre actuando juntos, mano a mano. Si lo miras desde la perspectiva de Dios, es su iniciativa: Él se da y al darse, llama. ¡Ajá! ¿Y el hombre? Para él, es una invitación, una interpelación a la que hay que dar una respuesta. ¡No se puede quedar vacía! Sería una actitud de sordos o de querer ignorar a Dios en un determinado momento.
¡Uf! Creo que la cosa se está poniendo difícil.
Ahondando más en mi, en mis actos, creo que este proyecto de vida también tiene un nivel personal y comunitario. El hombre ha sido llamado a la existencia para trascender como persona en dialogo de aceptación y cooperación con el resto de los hombres. Es la vocación humana; es convocado a crecer en el amor, superando una serie de antivalores que vamos generando como seres humanos y van incapacitando nuestra forma de apreciar el actuar de Dios en los hombres. Es un círculo en el que lo íntimo se despliega en la humanidad y viceversa. Por tanto, cada hombre debe hacer proceso de maduración en el que se descubre como persona, lleno de posibilidades y potencialidades, con limitaciones y necesidades. ¡Hay que lograrlo!
Dentro de este campo, el hombre descubre además un llamado a la fe, que lo hace aventurarse en Yahvé, que se le revela en su caminar. Yo, cada vez más, lo descubro como Padre y me siento plenamente su hijo. Es mi Abbá, Padre. Cerca de él, descubro SU y MI santidad.
No se qué más decirte. Lo que sí ciertamente siento es que no puedo quedarme quieta la vida, pensando en qué pensar; o dejando que la rutina me lleve a tumbos. Mi Padre reclama algo de mi… he oído en mi interior ¡Ser su voz! ¡Interesante! Voz del que aún teniendo voz, ha perdido audiencia por la falta de fe y la acelerada ignorancia del hombre a sus deseos, a su deseo de santidad. ¿Somos los hombres lo que estamos en situación de minusvalía? Me parece que hablamos demasiado. No sabemos callar. Creo que el mudo o el enmudecido es mi Padre. Una vez más ha sido dejado de lado y cada vez más su reclamo es fuerte en mi: al igual que mi primo Juan, su voz tiene que sonar clara. Aún hay muchas cosas por decir. Su voz y su Palabra es siempre nueva, de eso estoy seguro. Su Palabra genera tal impacto en los hombres que abren su corazón a la escucha, que no hay posibilidad de no actuar en consecuencia. Desde siempre ha sido así. No hay tiempo para irse al desierto u ocultarse. Si se hace, es para tomar clara conciencia de las exigencias de la Palabra pero luego hay que hacer que ella actúe en el mundo, lo transforme. Es urgente su impacto pero ¿quién lo hace?
¿Quién guió a Abraham en la soledad de la Fe? ¿Quién confió a José los sueños, cómo interpretarlos y cómo aplicarlos en provecho del pueblo israelita? ¿Quién fue puesto, sin mayores méritos, a la cabeza de Israel para su liberación? ¿Quién mostró el brazo fuerte y extendido de Yahvé, mi Padre ante el Faraón? ¿Quién abrió sendas por el mar rojo y por el desierto? ¿Quién hizo entrar al pueblo elegido a la tierra prometida? ¿Quién ha luchado contra los reyes de la tierra? ¿Quién ha puesto sus Palabras en los profetas? ¡Tantas preguntas!; ¡tantas reflexiones!.
Proyecto de vida… ¡Sí! He de seguir adelante. No debo parar. Mi padre Yahvé me impulsa a ejercer mi libertad desde su voluntad. Pienso que hay que hacer más allá de las paredes de un taller de carpintería. ¡Por supuesto que no es una rebeldía contra el status social! ¡Por supuesto que no se trata de huir del hogar o dejar a mi madre a la deriva! ¡Qué va! María sabe lo que está planteado en mi vida y lo que desde siempre me ha exigido el Dios que me ha acompañado desde antes de este ser que tengo. Ciertamente es exigencia, pero exigencia para la vida, para dar vida; es exigencia de un Dios que cruza, interviene en la historia para encontrarse con el hombre en diálogo de amor y servicio, pero también de reconciliación y salvación.
No solamente está la cosa en “ser en el mundo” sino “ser para el mundo”. Repica en mi lo que leo muchas veces en Isaías: “He aquí Señor, para hacer tu voluntad”. Voluntad que alcanza a cada criatura; voluntad que envuelve a la creación, le da sentido, la renueva. En el fondo, es la alegría de saber que la vida no está en manos de la muerte; que la construcción y la naturaleza no están en manos de la destrucción despiadada; es saber que todos los seres poseen un lugar, un significado y tienen un cometido de recapitulación en las manos de aquél del cual salió todo.
De todo esto pues, te digo que sí es válida la conversación sobre la vocación. En ella me encuentro lanzado. He de responder, por tanto, también te contaré lo que veo en mi tierra, en mi entorno, lo que me interpela. ¡Sí! La Palabra de mi Padre la tengo que retomar y me siento interpelado, obligado a que la oiga mi pueblo, cada hombre, cada corazón.

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