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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAP. XLVII. IR ALLÍ, A DONDE LA GENTE ESTÁ. Del 06 de Dic. al 12 de Dic. de 2009

Ya han pasado dos años que estoy con mis hermanos a quienes muchos llaman mis discípulos. Hemos estado compartiendo de todo. Ha sido una vida muy intensa en la que nos hemos conocido cada vez más y muchos han visto que nuestra forma de vida es, no sólo intensa, sino que es totalmente distinta a la que ellos viven. Ciertamente a muchos les fascina, pero vagar errantes por tierras de Galilea les es duro porque los hijos, pequeños o grandes y las exigencias de pareja y las casas, son un peso bastante grande. En temporadas, muchos hombres y mujeres nos acompañan e inclusive nos aportan alimentos, nos prestan sus casas para el aseo, nos mantienen con dinero para gastos que no están planificados. En resumen, todos se sienten identificados pero no comprometidos de lleno con sus vidas. Algunos sacan sus cuentas pero no se arriesgan a predicar el reino de mi Padre.

Pero seguimos insistiendo en ir allí, a donde la gente está. Es una meta fija pues la Palabra llega allí a donde el hombre no quiere acudir. Llámale frialdad, ignorancia, desinterés de parte de cada hombre, pero llámale a eso Dios cercano al mundo, al sencillo, al que abre su corazón para estar con él.

He decidido que estos doce hombres que he escogido, experimenten la fuerza del Espíritu en sus predicaciones, en su estadía con la gente, en el compartir la gran experiencia de hermanos como proyecto propio del reino de Dios. ¡Sí! ¡Esto lo he decidido y necesito que ellos sientan sus desánimos y éxitos porque no siempre me tendrán! Llámesele loqueras o locuras, son necesarias tantas voces como se puedan, para ser heraldos, pregoneros de mi Padre por el mundo. Hay que despertar a todos los que están aletargados y dormidos y hacerles sentir que él los ama con amor eterno y que ese amor perdura para siempre. Ya es hora de cambiar el mundo, arrasarlo con el fuego de su presencia; ya no podemos dejar que el tiempo pase sin que cada hombre, mujer, anciano o niño sienta que algo nuevo está naciendo.

Di la orden a los dos Judas para que reunieran al resto en torno a mi, una noche en que la gente dormía y solo nosotros compartíamos nuestras conversaciones y vivencias. Estaban en parejas o en tríos y poco a poco se congregaron en torno al fuego e hicieron un círculo. A pesar de estar cansados, era el momento propicio.

“Hermanos. Saben que hemos estado juntos a lo largo de este tiempo y poco a poco nos hemos convencido de la gran fuerza de la palabra de Mi Padre sobre cada uno y de la urgente necesidad que tiene el mundo y él, de oir y dejar oir su Palabra. Aunque ustedes me traten como maestro, el Espíritu que hay en mi y en mi Padre los va guiando al entendimiento de la verdad. Ya hemos visto cómo vive y reacciona el mundo. Ya sabemos cuáles son las amenazas pero cuál es la urgencia de amor, de ser sanado y ser restaurados en el amor del Padre, es por eso que debemos tomar conciencia hoy de que su Palabra no debe callar. Es hora de gritar al mundo. Es hora de que se entere cuán vivo es y está; cuánto ama y desea el bien para cada uno de sus hijos.

Juan me miraba de frente e intentaba preguntarme. Le dejé hablar: “Señor. El mundo es duro. Hemos visto cómo peleas contra los demonios que esclavizan al hombre. Te hemos visto gastar horas hablando con mujeres y hombres; te has revolcado con niños en las praderas para que salieran con sonrisas de oreja a oreja. Pretendes devorar al hombre con el fuego de tu amor pero es imposible. ¡Eres uno solo! ¿Entiendes?

Santiago también interviene y dice: “Sí, Señor. Me parece que el mundo es demasiado amplio para lo que tú quieres. No bastan las manos nuestras y menos las tuyas para sanar tantas heridas y remendar tantos corazones, es más, muchos se aprovechan de ti porque das las cosas fáciles y porque el mundo cree que contigo deben solo quedarse sentados a esperar a que les remedies sus males. Digo yo que ésto no es justo”. Después de un rato de silencio les contesté: "Y Qué pretenden ustedes entonces? Está malo restablecer el orden del amor o devolver la sonrisa a muchos que la han perdido? No creo que eso sea malo en absoluto. Cada vez que elevo mi corazón al Padre, me pregunto qué es bueno y siempre de sus labios y de su corazón, sale la única respuesta que él solo sabe dar: ama Hijo, ama sin descansar. Tu risa sanará muchas grietas. Ama porque en amar se te va la vida y porque con el amor, restaurarás tantas heridas, que el propio hombre no se cansa de fabricar, Ama en fin, porque cuando todas las cosas que te rodean fueron creadas por mi, lo único que pensé fue en darlas a mis criaturas como regalo. Gratis, todo gratis porque mi amor dura por siempre". Haciendo un rato más de silencio, se oyó solo el sonido de la leña al crepitar. Eran llamaradas vivas que daban cuenta de la verdad de lo que he oído de mi Padre.

"Además, hermanos, si atuamos como lo hace el mundo Qué mérito vamos a tener? Es cierto que luchamos contra corriente, pero el problema es la certeza de nuestro corazón de cuál es la corriente verdadera y creo que a pesar de los fracasos, o a pesar de que ustedes no vean en esta empresa nada fructífero, por aquí nos empuja el deseo de transformar algo que desde el principio fue quebrado, roto. Si nos empeñamos en vivir como el mundo lo hace, volveremos a ser miles de millones de Caín y yo les he enseñado a ustedes a entregar corazones al Padre en alabanza. Dejen que él haga el resto y, de seguro, no sentiremos ningún fracaso".

Hacia las dos de la mañana nos quedamos dormidos al cobijo de las estrellas y custodiados por el resto de pequeños grupos de personas que camparon cerca de nosotros pero retirados por familias.

Muy de madrugada, como a las cinco y media de la mañana, me desperté para orar. Había algunas fogatas encendidas y también algunas mujeres rodaban de aquí para allá. Yo me fui un poco más alejado, buscando la soledad. Necesitaba estar con mi Padre para encomendar a cada uno de estos hombres en sus manos. “Padre, una vez más te pido por ellos. Tú los conoces y sabes bien de qué están hechos; sabes de sus dificultades y de sus dudas. Tú eres la verdad. Guíalos en esta tarea que dentro de poco han de asumir. Que ninguno desfallezca. Anímalos con tu Espíritu; dales tu fuerza. Santifícalos siempre en tu amor.

Después, cerca de las siete de la mañana, ya estaban en pie y animados por las atenciones de algunas mujeres que nos servían. Los reuní a los Doce y ellos concentraron de nuevo su atención en mi. Les dije: "Les doy autoridad para expulsar todos los malos espíritus y poder para curar enfermedades. Los envío para anunciar el Reino de Dios y devolver la salud a las personas. Las necesidades mayores son las que competen a la salud de cada hombre porque si no restauramos su salud, Cómo han de responder entonces? Si no prestamos atención a su sanación interior, Cómo quieren que algo responda desde el interior? La raíz de dentro, lo que más nos ata al Padre debe ser sanada de forma total. Restablezcan todo el hombre y verán a un hombre nuevo. Restablezcan sus heridas y más alla de un animal herido, encontrarán a un servidor, a una criatura nueva".

Les digo además: "No lleven nada para el camino: ni bolsa colgada del bastón, ni pan, ni plata, ni siquiera vestido de respuesto. Ustedes entienden estas palabras porque durante muchos meses han visto cómo las gentes los atienden y velan por ustedes. No les hablo de higiene, porque eso corresponde a lo personal e íntimo de ustedes, pero en lo que respecta a acumular riquezas por el camino, sientan cómo van confiados de la mano de la providencia de mi Padre y no sentirán nunca necesidad".

Además de eso les digo: "Cuando los reciban en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Pero donde no los quieran recibir, no salgan del pueblo sin antes sacudir el polvo de sus pies: ésto será testimonio contra ellos, porque la Palabra de Dios llega allí donde el hombre abre su corazón.

No entren en disputas porque no vale la pena, ya que la fuerza de la verdad alcanza con todo su esplendor en donde tiene que actuar; simplemente hagan ésto: váyanse de allí porque todo aquél que cierre sus oídos, no los cerrará a las palabras que ustedes pronuncien, sino que será un claro rechazo a las palabras de mi Padre".

Con este discurso prepararon su corazón y partieron por los caminos; partieron a recorrer los pueblos de alrededor, en cualquier dirección a donde el Espíritu los guiaba. Predicaban la Buena Nueva y hacían curaciones en todos los lugares.

Y oye, no es que yo me quedara sin hacer nada o los perseguía para ver si lo hacían bien o no, ¡ja ja ja!, ellos ya están un poco grandecitos. Esto no es una empresa para rendir frutos a mi que soy el dueño ¡Qué va!, yo también he disfrutado de esta gente maravillosa que se quedó a mi lado, conversando de sus problemas familiares, de la educación de sus hijos, del diálogo debido entre parejas; aprendía de cada anciano o anciana que con sumo placer me agarraba del brazo para enseñarme algo de su “buena noticia” aprendida desde hace muchos años atrás. ¡Esto sí era buena noticia! Habían descubierto a mi Padre sin necesidad de libros ni de grandes estudios. La vida había compensado esos aprendizajes que debimos tener de pequeños.

Además de ellos aprendí de lo delicado de muchas almas, especialmente mujeres, heridas por malentender el amor o por dejarse engañar de tantas promesas que nunca se dieron en cumplimiento. En ellas, y en muchos pobres que se me acercaban a hablar, las lágrimas no solo tenían sentido propio sino que expresaban los desgarros de la vida pero una dura enseñanza que había marcado y detrás de ese dolor, las alegrías propias de levantarse y seguir con ánimo sirviendo allí donde Yahvé los había puesto. De sus palabras sólo deducía la siguiente pregunta: ¿Quién dijo que de los dolores y fracasos no se aprende? ¿Quién más que nadie sabe sacar alegría y ánimo de los pozo amargos de las desilusiones? Mi Padre para ellos era la cuerda y el tobo de ese pozo y todo llanto se transformaba en esperanza.

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