Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen

Regresa a la pagina principal, Haz click sobre la imagen
Haz click sobre la imagen y regresa a la pagina principal

Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO L. LA INFANCIA ES NECESARIA. Del 27 de Diciembre al 02 de Enero de 2010

Quizá, al hablarte una vez más de la infancia, me acusarás de alguna regresión en mi vida y personalidad, pero no es así. A mi favor tengo que decirte que tuve una infancia muy llena de alegría y plenificada con la presencia de José y de María quienes me enseñaron ternura, amor y cariño – tres grados del mismo amor – pero a la vez, gratitud, entrega y solidaridad con otros – propios de mi Padre Dios. Ellos tenían poco pero lo daban todo y ¡Vaya que sí! ¡Cuántas cosas tengo aquí en el pecho para contar de eso! Y todavía no me alcanzaría el tiempo para terminar de contar.

Traigo el tema de nuevo porque algo deseo contarte que es posiblemente un elemento que se ha de discutir durante muchos siglos: Se trata de la “supuesta falsedad” de que no reía, es decir, era muy serio y que por tanto, siendo yo Hijo de Dios, de mis labios no podía salir risa alguna. No se de dónde pudieran sacar esa forma de pensar porque mi cara funcionaba perfectamente y reía a carcajadas cuando había que hacerlo y me alegraba de la gente cuando compartía conmigo parte de sus vidas. Quizá dicen eso porque de todo cuanto han dicho de mi, no aparece ninguna escena donde yo ría, pero sí las hay y muchas en especial una: cuando estaba con los niños.

Empezaré contando el ambiente en que voy a desenvolver mi experiencia de risa y de gozo.

Estábamos predicando a lo largo de los pueblos y una vez que llegamos a Cafarnaún, a donde siempre íbamos a parar – o en casa de Pedro o de cualquiera de mis discípulos - y una vez en casa, les pregunté a ellos: "¿De qué venían discutiendo por el camino?". Se los pregunto, no por curiosidad, sino porque los veía muy confundidos y alguna vez oía gritos en el grupo como si no estuvieran de acuerdo en lo que hablaban. Ellos se quedaron callados, pero después de un rato, Juan, haciéndose paso hasta llegar a mi, dijo: Jeshua, hemos estado discutiendo quién era el más importante de todos nosotros porque nos parece que todos no podemos ser iguales y además, porque tú tomas en cuenta más a algunos que a otros; bueno, por lo menos eso es lo que piensa el grupo.

Me quedé callado un momento y le pregunté al mismo Juan: ¿crees que eso es verdad? ¿Ustedes basan en que unos son más importantes que otros porque les delego tareas a unos y a otros no? Me reí un poco alto y les dije: y les apuesto que si les dijera a tres de ustedes que son más importantes que los otros y los pusiera todo el tiempo a trabajar a favor de los demás, me echarán en cara que los hago trabajar demasiado, mientras los otros no hacen nada ¿cierto? Me parece que están un poco equivocados.

Además, ¿también me van a echar en cara de que Judas Iscariote es más importante porque conserva en su cintura el dinero que gastamos a diario? Judas, que estaba distraído, al oir su nombre se dio por importante pero al enterarse de lo que hablaba, bajó la cabeza. Díganme alguno de ustedes ¿en dónde basan la importante? ¿Qué es ser importante? Se han fijado en el emperador griego Alejandro Magno cuán importante era? ¿Dónde está ahora? ¿dónde está su importancia y su poder? Pues, ya que no me saben contestar les voy a decir un secreto que brota de mi corazón:

Me fui hacia la parte de atrás de la casa, donde estaba el patio y me senté en un pequeño tronco de madera que hacía de banco y llamé a los doce que se sentían regañados. Les dije: "Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos." ¿Les suena extraño? Fíjense en los niños. Después de un rato seguí hablando: vean cómo los niños hacen los trabajos que les mandan los padres; no se quejan. Descubren en cada cosa algo nuevo e interesante y lo que pretenden es hacerlo todo bien al estilo de los mayores. Son serviciales. Pues bien ¿quién es el Padre de Ustedes? ¡Dios, mi Padre!. Él nos enseña a ponernos delante en el servicio a los demás, así alcanzamos importancia y somos tenidos en cuenta. Si llegamos a tener grandes puestos y tener importancia delante de los hombres, quizá corramos el riesgo de ser déspotas y manejar las cosas a nuestro antojo.

Les veía las caras y además de callados, parecían apenados. Si les hubiera interpretado sus pensamientos hubieran dicho que la vergüenza era mucha porque los estaba comparando con niños. ¡De hecho era así!

Después tomé a un niño que, hermosamente corría en dirección a mis brazos y atrapándolo, lo puse en medio de ellos, lo abracé fuerte después de sortear un montón de movimientos bruscos con sus manos para no dejarse hacer cosquillas; nos reímos juntos y en un descuido casi me tira del asiento y, después de recuperar el control, les dije: "El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado." Quedaron callados viendo cómo a lo lejos, dos amigos del niño que mantenía en brazos me señalaban y gritaban mi nombre: no se de dónde salieron en tropa y se abalanzaron contra mi, definitivamente cayéndome del asiento. El golpe fue duro para mi columna más el peso de quince niños encima de mi. De pasar a hacer cosquillas, yo era un puente, un tambor para saltar, más las cosquillas que me hacían. Eran dieciséis contra mi ya que sostenía al primero que había venido a mis brazos. Nos reíamos y disfrutamos un buen rato mientras los perseguía para ver quién podía más. Algunas personas más, como si fuera una especie de circo, me presentaban a sus niños para que los tocara, pero la escena se echó a perder cuando mis discípulos, todos serios, los intentaban quitar de mi lado.

Juro que pensé más bien que se animarían a formar una banda contra ellos y perseguirlos para disfrutar el momento. Me imaginé que harían, como en otros tiempos, juegos de niños en los que nos perseguíamos y forzábamos para ver quiénes éramos más fuertes, pero se ve que los años les cayeron encima.

Al instante me paré todo lleno de tierra. ¡Un completo desastre! ¡El cabello estaba sucio de tierra! A pesar de eso, alcancé a ver alrededor cómo los padres de los niños realmente habían disfrutado conmigo del momento. A la final, todos salieron a esconderse. Una criada me traía agua y jabón para asearme un poco.

Una vez limpio de nuevo, me dirigí al grupo de “los adultos”, grandulones que habían perdido la infancia y me indigné con ellos y les dije: No tengan miedo en abrazar a los niños. ¡Vamos! Suelten esas mandíbulas y rían. "Dejen que vengan a mí, a ustedes y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él."

La vida es mucho más sencilla de lo que ustedes piensan pero nostros la hacemos dura por demás. La tarea hoy, y urgente, es que vivamos nuestra vida como si fuéramos niños en la presencia de mi Padre. Esta es la mejor verdad. ¿Quién no siente seguridad cuando se encuentra en la presencia de su padre? ¡Ánimo! Cada uno de ustedes tiene no solo la posibilidad de sonreir sino de acoger y ser infantes, con la mente bien puesta en el futuro, en el Reino.

Y les digo algo más. No tengan miedo de tomar a los niños en brazos, porque aún siendo ajenos, son fuente de contagio para que la vida no se vea amargada por los actos adultos. Impónganles las manos; bendíganlos. Todo esto se volverá a favor de ustedes.

Observé en los rostros de mis discípulos una dura lección aprendida en el día pero sobre todo, la dura lección de haber comprendido que no estamos unidos para ser más que otros o buscar primeros puestos. De eso no se trata el Reino de mi Padre.

No hay comentarios: