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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO LXIX. ASCENDER; NO DESAPARECER. Del 09 de Mayo al 15 de Mayo de 2010

Después de mi resurrección, he estado bastantes veces con mis discípulos alentándole en la fe y terminando de hacerles comprender lo que hasta ahora no han entendido.

El compartir y reafirmar la confianza, es una tarea de todos los días pero quizá, el método es el que falla, así que mirar atrás, intentar ver los signos, las huellas impresas en el corazón de parte de mi Padre y las que yo he puesto, es el mejor recurso para que nada desaparezca y menos, pierda su valor.

Todas las vivencias son importantes, buenas o malas, ya lo hemos dicho: las primeras aumentan la capacidad de ahondar en la amistad, conocimiento y amor; las malas sirven para valorar a las personas, sus defectos y sobre todo, para salvar cosas que son importantes dentro de la unión y más, para saber que hay elementos que no son tan imprescindibles en la vida.

En esta relación he ido confirmando a cada uno de mis discípulos y ya que los veo maduros para seguir el caminar, hoy quiero explicarte y contarte la necesidad de mi ida al Padre. No soy de este mundo y lo sabes. Pertenezco junto al Padre y en ellos hemos de actuar de otra forma.

Todas las experiencias anteriores sirven para que cada uno muestre esa pasión de dar la vida por el Reino. Es una convicción que ha ido forjándose a punta de sinsabores, dudas, etc. pero también de preguntas y evidencias del actuar de mi Padre en sus vidas y es por eso que ya es la hora que el actuar de nuestro Espíritu, del Espíritu Santo, se haga una verdadera realidad. Aletea en sus corazones y los impulsará a seguir siendo testigos de algo que el mundo no entiende pero que es necesario que asimile, así sea hasta el final de los tiempos.

Te repito; después que he pasado un tiempo más con ellos después de mi resurrección, he decidido volver al Padre. Llegado el momento y después de haberle dado las últimas instrucciones, me levanté ante sus ojos y una nube me ocultó de su vista. Esta es la Gloria que me reserva el Padre de estar a su lado y quizá no comprendas esto, pero el estar presente en todos lados, no es algo que se pueda entender muy rápido, es cierto, pero la certeza del estar aquí junto al Padre y junto a ellos, es la forma más clara de decir que Dios actúa en la historia y en el tiempo; que no se aparta de su creación y menos de su criatura, el hombre. Llegar al conocimiento de la verdad es la lucha contra el mundo y todos unidos han de lograrlo.

En esa ocasión, ellos seguían mirando fijamente al cielo mientras yo me alejaba. Es una actitud normal de todas las personas, es decir, de vernos extasiados, “lelos” ante algún fenómeno que no es usual o escapa de toda explicación lógica, pero allí se quedaron: solos en este quehacer de la construcción del Reino.

En esta escena, de repente ellos se percataron de que a su lado estaban dos hombres vestidos de blanco. Ellos los describieron como jóvenes, resplandecientes. Sus cabelleras y sus vestiduras blancas y algo especial en ellos, como un áurea que los rodeaba. También lo que explicaron como el anticipo del Reino y la unión cielo – tierra en esta tarea que he dejado, desde el don del discipulado y de la propagación de la Palabra y del Reino.

“¿Son ustedes discípulos? ¿También fueron convocados aquí para presenciar su ida? No contestaron a sus preguntas pero sí les dijeron estas palabras: "Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? ¿En dónde se supone que los necesita Jeshua, el maestro? Parecen varones sin alegría, arrebatados por la tristeza y la soledad, pero lo que ahora les parece un sueño, será gozo y alegría.

El cielo es testigo de lo que acontece aquí y ustedes están palpando con su vida entera; la paz, es la presencia, el don que su Maestro, el Hijo de Dios les ha dado pero para que no se quede en ustedes sino la den al mundo. Es el don del Espíritu Santo que los envuelve. Dejen atrás todo cuanto representa muerte, destrucción, soledad, tristeza y oscuridad. La cautividad dada por el pecado está superada en el Salvador, Jeshua, el Señor. Ahora queda mucho camino por delante: todos los que se puedan alcanzar. ¿Qué creen? ¿Qué Jeshua ha muerto? ¡Pues no! Estuvo, está y estará con ustedes en esta gran tarea. Es presencia viva y actuante, eficaz y apremiante en cada hombre.

No hay momento para dormir; no hay momento para la cobardía porque él está en medio de ustedes y le verán por delante de ustedes. Sus gestos quedan pero detrás de ellos queda la vida dada por él mismo.

Serán pilares del mundo, de la nueva creación por venir. Esfuércense en romper la concepción de una Salvación reducida a un simple pueblo porque la Salvación es universal. Es el Señor quien viene a cada hombre y es él quien congrega. Para eso les ha dicho que ustedes son ramas de una misma vid y deben producir frutos, allí donde el Espíritu los envíe.

¡Anímense! ¡Láncense al mundo porque nadie puede detener esta entrega ni nadie pueda deshacer los planes del Señor Dios. Todo quedará recapitulado en Cristo Jesús, de la misma forma como el Padre ha proyectado todas las cosas en él.

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