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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO XLVIII. CONDICIONES PARA EL DISCIPULADO. Del 13 de Diciembre al 19 de Diciembre de 2009

¿Qué llama la atención de una persona en particular o un grupo? ¿Qué cualidades debe tener una persona para que llame la atención?

En el fondo, yo creo que todas las personas tenemos ciertos atractivos que van más allá de lo físico que llaman la atención a otras personas. No sólo se trata de belleza, sino de cualidades personales, habilidades y destrezas, algún tic o un movimiento que es sólo particular y que llame la atención. Algunos parecen llamativos a la primera, pero otras personas suelen ser “misteriosas” por su seriedad o por su comportamiento y unas cuantas parecen ser rechazadas por muchos so pretexto de que son desagradables, repulsivas o como decimos, mala sangre. ¿De qué se trata todo esto? Yo creo que en el fondo es cuestión de identificación con el otro o una palabra que suena extraña: empatía.

A lo largo de todo este tiempo, este tema me ha dado posibilidad de estudiar a cada una de las personas con las cuales hablo. Creo, y casi estoy seguro que siempre nos movemos en las relaciones humanas bajo los términos de miedo, envidias y complejos. Me explico.

Tenemos una visión de las personas que está en relación con nosotros. De acuerdo a lo que somos o nos conocemos, intentamos identificarnos con los otros y vamos, lamentablemente identificando y catalogando a las personas que están a nuestro alrededor. Las que se identifiquen con nuestros gustos y nos suenen simpáticas por su voz, sus gestos o sus habilidades, las absorbemos sin mayores dificultades y las hacemos parte de nosotros o de nuestro grupo social que hemos formado; por supuesto que las que no entran dentro de estos parámetros, las dejamos de lado.

Por otro lado, dependiendo de nuestra personalidad, se atraviesan mis miedos, mis envidias y mis complejos. Si nos sentimos por debajo, buscamos un referente que nos compense estos complejos y con esas personas nos sentimos fuertes; por el contrario, si no sentimos superiores a los demás, rechazamos a los otros o los dejamos de lado o le damos “un número” para acercarse a nosotros que en mucho, hace que el otro se sienta mal. También está el hecho de las envidias y “mis traumas” hacen que yo catalogue a lo otros lejos o dentro de mi aceptación, pero en realidad, no estoy aceptando a los otros sino a mi mismo… esto sucede a diario y nos hace falta mucho desprendernos de tantas ataduras, de tantos demonios.

Pues bien, yo no quiero que me imiten. En realidad pretendo que cada hombre se libere de tantas ataduras y se comunique tan libre con los otros que no importa sus caras, no importan sus gestos, no importa sus respuestas o la forma de hablar, no importa su nivel de inteligencia, comprendan que es posible una relación humana universal.

Ya les he contado acerca de cada uno de mis discípulos. Hoy no pretendo hablarles de cada uno de ellos de nuevo porque ellos han crecido en la medida en que se han abierto a mi Padre y a los otros, pero los he escogido. ¿Qué pretendo de ellos? ¡Su santidad!, que lleguen al conocimiento de la verdad.

Un día los he llamado pero también a toda la gente y les dije de forma clara: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga.” Muchos me miraron pues no entendían nada, como hoy no entienden nada.

Bartolomé me dice en voz baja: “Maestro, ¿te das cuenta de lo que dices? ¿No tomas en cuenta que las cruces son instrumentos de suplicio para nuestro pueblo desde que estamos pisoteados por los romanos?” Judas Iscariote también me reclamó: “Pero maestro, no entendemos nada de lo que estás poniendo en juego… ¿eres partidario de los opresores para que carguemos nuestras cruces? ¡Estás loco maestro! Parece que tu discurso nos lleva al desastre y más bien con esas palabras lo que provocarás es que nos linchen en este instante”.

Una vez más tengo que reconocer que mis propios discípulos no entienden nada. La cruz la he utilizado porque ciertamente es un instrumento de suplicio pero no es para subir a ella, sino el referencial para que vean lo dura que es la vida. La cruz es un instrumento que conozco yo mismo desde pequeño porque vi cargar a mi Padre José bastantes leños, pero hasta hace poco fui obligado a tallar maderos para ese instrumento de suplicio.

¡Claro que se qué es la cruz! Pero les vuelvo a insistir… que la vida exige un seguimiento, duro, cuesta arriba, difícil. Todos debemos seguir caminos trazados por nosotros mismos pero a la vez, ese camino se entrelaza con los designios de mi Padre Yahvé. Es imposible volver atrás. Hay que seguir y se necesita un camino seguro. Me he esforzado en enseñar un camino seguro al Padre mediante el cumplimiento de su Palabra y viviendo según su voluntad y es por eso que con toda seguridad pido, exhorto y seriamente que ese seguimiento tenga cada vez más, un nivel mayor. Pues ese nivel es de una progresiva renuncia al propio yo para abandonarnos en Yahvé. Repito es un seguimiento duro pero es necesario.

Juan, el menor de todos, hace una reflexión cerca de mi: “Creo que es difícil ese seguimiento maestro. Ya la propia vida tiene sus exigencias y de hecho son pesadas. Miro atrás y veo a mis padres a la vez que veo a mis muchos familiares y tienen que lidiar con hijos, dinero, mercancía, política, etc. No creo que tengas mucho éxito en esas dos cosas, quiero decir, en que tomen su cruz y a la vez te sigan.” Tienes razón, le dije, pero ¿sabes qué Juan? Este discurso que estoy haciendo tiene un terreno particular de personas. Ciertamente que muchos no entienden esta exigencia y más si no me conocen. No te creas que proponerse como líder para muchos es una cosa fácil. Te seguirán pero hasta cierto punto; pero hay otros que entienden más de lo que hay en su corazón y de seguro que lo harán. Tardarán en digerirlo todo, pero la Palabra guía y no tardará en hacer su trabajo.

Dirigiéndome de nuevo a la gente y a mis discípulos les repetí: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.

¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo? ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?

Judas Tadeo me dice: “Alguna vez, en libros griegos, alguien pedía ser seguido en su forma de pensar y de alcanzar un estadio mayor de pensamiento y de perfección. ¿De eso se trata maestro? ¿Estás intentando instaurar algún tipo de filosofía o sistema de pensamiento que haga que las personas relativicen sus vidas por una perfección que quizá no verán ni para sus hijos? ¿Te parece que con este enredo de palabras la gente se pueda quedar embelezada de ti, de lo que dices y logren una mejoría en la calidad de vida?

No, Judas, no es un sistema de pensamiento. ¿Para qué sirve un sistema de pensamiento si todo va a quedar en palabras inútiles? Lejos de mi escribir un libro o dejar algún texto escrito. No quiero que nadie consiga por una maraña de palabras la perfección, sino que asuma su vida en toda su dimensión y vaya poco a poco respondiendo a lo que se quiere, es decir, a la perfección. No pretendo disociar la vida misma y sus exigencias de la respuesta debida a Dios. Mi Padre más bien quiere que se calibre las exigencias de cada día pero que las mire desde su óptica y, mirándola así, pueda ir entendiendo que la vida comporta ya su exigencia y allí es donde hay que encontrar las claves por las cuales la llamada se da, pero también la respuesta.

¿Comprenden ustedes Juan, Judas, todos? Comprenden las condiciones para seguirme? Yo creo que está claro el hecho de que no hay normas claras y estrictas para responder a mi Padre; lo que determine el corazón en la escucha de la Palabra, eso será.

Por eso, por eso yo les aseguro que si alguno de ustedes se avergüenza de mí y de mis palabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él, cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles."

Dicho esto, debido a la hora, la gente se dispersó y muchos, aunque permanecieron cerca, se recogieron en grupos para mantener cierta seguridad y para alimentarse y compartir lo que vienen trayendo de comida a lo largo del camino.

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