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Jesús, tu amigo y Señor

Jesús, tu amigo y Señor
Déjate fascinar por el Dios-hombre que muertra la dulzura de su Padre

CAPÍTULO LXVIII. INSTRUCCIONES DE VIDA. Del 02 de Mayo al 08 de Mayo de 2010

¿Crees en los regalos para los amigos? ¿Representan algo para ti? Si tuvieras que exhortar o pedir cosas a tus amigos de cara al futuro, ¿Qué le dirías?

En este capítulo quiero hablarte de las instrucciones de vida que dejo a mis discípulos. Desearía que te animaras tu también, ¡claro! Si te sirven y si realmente quieres profundizar en mi vida y en la de mi Padre. Seguro estoy que aunque no te dejes guiar por estas letras, lo harás por otros motivos y en especial, porque se que abrirás el corazón a la sabiduría del Espíritu Santo que te dejo.

En otra oportunidad, cuando estaba con mis discípulos y antes de subir al Padre, deseaba y lo hice, hablar con ellos. Les dije en primer lugar que: "Todo ésto se lo había dicho estando con ellos a lo largo de estos tres años intensos; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí." Ellos empezaron a entender cada vez más. Reconocieron que al principio no me habían prestado atención y que quizá, al hablar de las Escrituras, se trataba solo de una rememoración de pasajes en los que yo me acomodaba perfectamente. Ciertamente algunos me pidieron perdón porque dudaron y porque me habían dado por muerto y pensaron dejar todo hasta donde había llegado, pero ahora se dan cuenta de que la cosa es más intensa.

“Maestro”, me decía Bartolomé, “Es que el deseo del Mesías guerrero y liberador estaba tan metido en nuestros huesos que todo se ofuscaba. Nada era claro ante nuestros ojos porque el empeño por la libertad era una de nuestras metas”. Judas Tadeo siguió: “Inclusive maestro, creíamos que esas multiplicaciones de los panes eran para prepararnos para una posible situación de carestía y es por eso que atendimos a la urgente acumulación de alimentos para nuestro pueblo”. Algún otros discípulo llamado Moisés, que no era del grupo, expresó que muchos creían que en momentos de la liberación, los milagros hechos servirían para animar a la gente a no perder la vida, porque estaba más que garantizada la sanación.

¡Ilusiones! Les dije. Todo esto raya en un mundo ilusorio que no tiene ni pie ni cabeza. No fue eso lo que les enseñé y muchos de ustedes quedaron entusiasmados cuando experimentaron el anuncio de la Palabra, la recuperación de la dignidad de los hombres y tantas mujeres y la rudeza de las mentes por querer aceptar el Reinado de Dios y poder subvertir este mundo injusto. Una vez más les insistí en la insensatez y lo tardío de mentes que eran.

Entonces les abrí la mente para que entendieran las Escrituras. Les dije: "Todo ésto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su Resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan.

Ustedes son testigos de todo ésto. ¿En qué hemos fallado pues? Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la Fuerza que viene de arriba."

Los discípulos partieron para Galilea, al monte que yo les había indicado. Allí los convoqué para infundirles mi Espíritu Santo, porque no solo era una fuerza vital, sino la Sabiduría y la brisa en las horas de fuego por venir.

Les insistí mucho en la necesidad de no confiar totalmente en la razón y la inteligencia, ni menos solamente en las cualidades humanas, sino en la capacidad de apertura de cada uno para dejarse guiar por la verdad del Padre. He pedido a él que los mantenga y los santifique en la verdad.

De igual forma les insistí en tres instrucciones para el anuncio y la propagación del Reino: Hermanos, me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Ya la muerte y el pecado han sido vencidos y el demonio debe emprender su huída. Así que, en primer lugar, vayan pues, por todo el mundo. Que no haya rincones del mundo en los que ustedes no puedan hacerse presentes. Aunque sean pocos, sus palabras se multiplicarán y serán escuchadas por aquellos corazones dispuestos y confiados en un Dios de la Vida. No serán sus palabras, como tampoco las fueron en su tiempo de Moisés ni de Aarón. Serán portadores de la Palabra de mi Padre, de la Buena Nueva y su intensidad rebasará sus gargantas para ser predicadas por los pequeños de este mundo. ¡Tengan confianza!

En segundo lugar, hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. En esa predicación no serán ustedes sino el Espíritu Santo quienes creará nuevos corazones. No hagan uso de su protagonismo pues la Palabra es la llama que abrasará todo. Él es padre de los pobres y el que da la Gracia; es lumbre de todos los corazones. Si lo dejan hablar, su actuar se expandirá de forma exponencial y muchos creerán en todos las naciones.

Tengan clara la tercera instrucción: Bauticen a todo hombre, con su mujer y sus hijos; a todo aquél que abrace la Verdad y todo aquél que profese mi nombre en su vida, como Señor y Salvador.

Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo les he enseñado quién es el Padre porque me han conocido a mi. Además les he insistido muchas veces que si no creen en mi, crean en las obras de mi Padre que sí dan muestras de su presencia en el mundo. Él es Padre Creador, amante de sus criaturas y preocupados por cada pequeña criatura salida de sus manos.

De igual forma les he entregado el Espíritu Santo que procede mi Padre y de mi. Es la íntima común unión y comunicación de nuestro amor al mundo, al hombre. Él reposará en cada uno de ustedes y prevalecerá sobre todo mal. ¡No teman! Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia."

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